Jesús Pajares, parlamentario foral de UPN
En un día como el de hoy resulta paradójico, y hasta puede parecer burlesco, intentar hablar de ahorro, sobre todo en tiempos de una crisis como la que nos ocupa. Muchos, sobre todo los más afectados, pueden preguntarse: Ahorrar ¿qué, de donde, cómo? Lo entiendo, lo asumo y debemos tratar de solventar esta situación de la mejor manera posible. La Naturaleza es sabia y nos enseña que después de la tempestad viene siempre la calma, aunque los expertos económicos no pronostiquen el final. Debemos tener ánimo y confianza en el futuro, rememos en la misma dirección, sin palabras huecas y demagogias que no conducen a nada. Apliquemos a nivel global el sentido común y levantaremos el vuelo.
Hay que llamar a las cosas por su nombre. No es de recibo que determinados dirigentes hayan estado intentando «regatear» la situación, cuando desde el segundo semestre del pasado año 2007 se atisbaban negros nubarrones y desde principios de este año el goteo de malos datos ha ido creciendo hasta convertirse en avalancha. Ello se ha transmitido a la opinión pública. En una reciente encuesta elaborada por el CIS en el pasado mes de septiembre, el 60 % de los españoles piensa que la situación económica es mala o muy mala y un 33% que regular. Un 45% piensa que dentro de un año estaremos peor y un 31% que igual.
Los ingresos de los ciudadanos se ven negativamente afectados por el incremento de los gastos y costes producido, como es de todos conocido, por la subida de los tipos de interés, costes de las hipotecas, cesta de la compra, gasolina, etc, lo cual está produciendo cambios en los hábitos de consumo. En otra encuesta elaborada por GAD el pasado mes de junio, un 12% de los españoles reconoce haber reducido su gasto en productos de primera necesidad como pan, leche,… mientras que un 15% admite haber reducido el consumo de carne y pescado. Es una muestra preocupante de la reducción del consumo de lo básico, no me refiero al consumo general, lo cual no es sino un reflejo de la situación de la economía con la consiguiente reducción de ingresos fiscales tan necesarios para cumplir los objetivos presupuestarios establecidos, sociales y de inversión.
Se está produciendo una pérdida de la capacidad de ahorro o, aquellos que pueden, están cambiando los patrones de ahorro familiar. Creo que los datos que he mencionado reflejan la situación de todos conocida. Quizá sea el momento de hacer un examen, revisar nuestras actuaciones, excesivamente alegres en épocas de teórica bonanza, y sacar conclusiones. Puede ser un buen momento para tomar decisiones de cara al futuro, de concienciarnos de que quizá debemos cambiar nuestras pautas de comportamiento. Estas reflexiones nos pueden llevar a un posible cambio de cultura y mayores dosis de realismo en la forma de vivir y enfocar las cosas, en línea con posibilidades reales.
A las fuerzas sociales y empresariales y, sobre todo, a los dos grandes partidos nacionales les corresponde mostrar una vez más el más común de los sentidos y aplicarlo para afrontar esta situación. Entre todos se debe gestionar la crisis olvidando planteamientos vacíos de contenido práctico y aplicar criterios racionales propios de una gestión adecuada a las circunstancias. Los ciudadanos españoles están esperando que los responsables de dirigirles, elegidos por ellos, hablen con espíritu constructivo, colaboren y gestionen conjunta y adecuadamente la situación. Es la mejor manera de que en el futuro podamos congratularnos de poder conmemorar anualmente el Día Internacional del Ahorro. Ahora, sinceramente, no estamos para celebraciones.