Cristina Sanz, Concejala de Igualdad y Juventud del Ayuntamiento de Pamplona
Pero el día 8 de marzo no es sólo un día, es una forma de vivir cada día. Es en nuestras acciones diarias donde debemos hacer valer la igualdad entre las mujeres y los hombres. Es en nuestra vida cotidiana donde debemos huir de las actitudes, acciones, comentarios o comportamientos que favorecen o fomentan la discriminación de la mujer.
La igualdad de derechos en una sociedad democrática debe ser el elemento básico que nos sirva para medir la salud del sistema en sí mismo. No podemos aspirar a conseguir más cotas de progreso y no podemos pretender avanzar más si no somos capaces de tener cubiertas las más básicas raíces del respeto y la igualdad de oportunidades.
La incorporación de la mujer a la formación y al trabajo es ya, por suerte y por justicia, una realidad prácticamente conseguida en la sociedad actual. Pero es verdad también que sigue siendo necesario avanzar en la igualdad real en el mundo laboral.
Los derechos de las mujeres deben ser absolutamente los mismos que los de los hombres, también los salarios por el trabajo que desempeñan y, por supuesto, iguales las obligaciones y las responsabilidades a las que puedan acceder en función de sus méritos y capacidades. Todo esto que puede parecer una obviedad sigue siendo desgraciadamente un muro contra el que chocan muchas mujeres en su día a día.
Pero no es menos cierto que, a veces, el debate que se produce acerca de la incorporación laboral de la mujer, posterga, sin pretenderlo, a aquellas mujeres que libremente deciden trabajar en su propio hogar, sacando adelante sus familias y educando personalmente a sus propios hijos. Es este también un modelo absolutamente respetable y plausible, siempre y cuando se base en la elección propia de la mujer.
Las administraciones públicas y, particularmente, los ayuntamientos, como instituciones más próximas a los ciudadanos, debemos seguir asumiendo compromisos para erradicar la desigualdad entre mujeres y hombres.
Las acciones de igualdad, la forma de comunicar o el ejemplo que practicamos en cada una de nuestras iniciativas quizá no deje de ser testimonial, pero es un testimonio con una enorme fortaleza, pues pone sobre la mesa el compromiso de una sociedad que aspira a la igualdad y que no tolera el machismo, la discriminación o la violencia contra la mujer.
En pleno siglo XXI se ha avanzado de manera inconmensurable en políticas de igualdad, pero seríamos ingenuos si creyéramos que todo se ha logrado en este campo. Son muchos los pasos que todavía debemos seguir dando hasta alcanzar nuestro principal objetivo, que no es otro que no tener que volver a celebrar nunca más un día como el de hoy, no tener que dedicar un día a la igualdad entre las mujeres y los hombres, porque eso significaría que es ya una realidad palpable que forma parte de nuestra vida diaria y que nadie pone en duda ni con expresiones, ni con actitudes o hechos que esto sea así, pero me temo que todavía nos quedan algunos años, mucha educación y mucho trabajo que seguir impulsando. Que no sea por no poner todo de nuestra parte.