Carmen Ferrer, parlamentaria foral de UPN
(UPN/21.12.08) Hoy, 21 de diciembre, se celebra el Día Nacional del Niño Enfermo de Cáncer. En un país como el nuestro, inmerso en la sociedad del bienestar, se han conseguido unos niveles en cuanto a salud infantil que nos hablan de mínimos de mortalidad y a estándares de mayor calidad. Sin embargo, nos encontramos que, estadísticamente, las principales causas de fallecimiento en los niños mayores de un año son el cáncer y los accidentes.
El cáncer en la infancia se origina por una proliferación celular incontrolada con diferenciación anormal, invasión de los tejidos vecinos y capacidad de metastizar. Presenta como peculiaridades los especiales tipos histológicos y su buena respuesta a los tratamientos quimioterápicos. En general podemos decir que en los niños habitualmente no se desarrolla por hábitos nocivos, como el fumar, sino que viene condicionado genéticamente en la mayoría de los casos.
El RNTI (Registro Nacional de Tumores Infantiles) describe la situación de España como intermedia en Europa, con una incidencia global de 132,3 casos nuevos al año de cáncer infantil por cada millón de niños, lo que supone 850 nuevos casos cada año. Por frecuencia, destacan las leucemias, linfomas y tumores del sistema nervioso central, y la tasa de supervivencia se estima en torno al 75%.
La mejor forma de combatir el cáncer es actuar a través de la prevención con medidas tales como el uso de cremas de protección solar, evitar las horas de máxima insolación, tratar adecuadamente las infecciones, exigir el cumplimiento del calendario vacunal, mantener el peso corporal adecuado, establecer pautas de alimentación equilibradas y fomentar el consumo de fruta, evitando la sal, nitritos, alcohol y el humo del tabaco. Para obtener mayor eficacia curativa es imprescindible la detección precoz ante los síntomas iniciales.
La terapia del cáncer en los niños incluye la colaboración de un equipo multidisciplinar, que se implique en los tratamientos adecuados e individualizados tales como la quimioterapia, radioterapia y la cirugía para la exéresis de los tumores, teniéndose en cuenta parámetros como el tipo de cáncer, la agresividad, la extensión y la edad del niño.
No hay que ignorar el impacto familiar e individual, que requerirá apoyo psicológico, del trabajador social, del pediatra de atención primaria y la colaboración de asociaciones específicas del cáncer infantil y/o de ayuda de otras familias que han pasado por la misma situación.
En esta enfermedad resulta necesaria la implicación del paciente. En el caso de los niños mayores se recomienda utilizar el lenguaje apropiado para su comprensión, y en niños pequeños explicarles que están enfermos y que tienen que tomar medicamentos para ponerse mejor. Esta enfermedad se debe abordar a través de la empatía, la aceptación y la información.
Se debe afrontar el diagnóstico y el tratamiento del cáncer infantil como un proceso largo, duro, que requiere tiempo y paciencia, sin olvidar que el tratamiento que se utiliza se asocia a efectos secundarios muy importantes tanto a corto como a largo plazo.
En el umbral de la puerta del extenso camino de este tratamiento debemos de estar llenos de esperanza, porque indudablemente, gracias a los avances médicos, cada vez hay más niños con cáncer que completan el tratamiento con éxito, que pueden abandonar el medio hospitalario y crecer como cualquier otro niño.