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Una historia que no es un cuento

He leído una historia en Diario de Navarra. Es una historia, pero no es un cuento. Habla de José Carlos, un joven profesor madrileño…que ahora está aprendiendo a hablar. Y a escribir. Y a coger el tenedor… La culpa de su actual discapacidad la tuvo una botella de cristal. Bueno, no. Las cosas no tienen culpa. La culpa la tenemos las personas. Aunque en este caso sea difícil llamar “persona” al animal que le arrojó la botella y le abrió la cabeza: un desalmado que parece tenía como objetivo a la Policía municipal. Era el pasado 6 de julio, poco antes del chupinazo.

Este joven es otra víctima “colateral”. Se llama José Carlos pero se podía llamar tú. José ha quedado con importantes secuelas de las que, día sí día también, lucha por recuperarse. Su vida dio un vuelco y…a pocas no lo cuenta. También la vida de todos los suyos cambió, sin duda, y radicalmente ese 6 de julio en que Pamplona estallaba en la fiesta.

Pocos días después, otro joven, Juan José, fue apuñalado nada más y nada menos que por vestir la camiseta de la selección española. También se podía haber llamado tú. O tú. O cualquiera de los que este verano fuimos, felices, parte de “La Roja”.

¡Cuánto dolor crea el odio y el fanatismo, la locura, la barbarie y la crueldad! ¡Cuánta miseria habita en los que inoculan ese odio, o callan cómplicemente ante él!

«No guardo rencor», dice sin embargo José Carlos. E incluso da las gracias a  Idoia, la cirujana navarra que le salvó la vida. Nos cuenta José cómo hace poco volvió –de visita, claro, más no puede- al colegio Natividad de Nuestra Señora. Aquél donde tendría que estar dando clases. De no haber sufrido la lesión cerebral. «Había niños que –cuando me vieron- lloraban», apunta. «Mis alumnos me han enviado muchas cartas. Me dicen que soy el mejor profesor». Desde luego, sus palabras y actitud son una gran lección.

Agradezco al periódico que haya recuperado esta historia dura, pero verdadera. Que haya hecho de espejo ante esta realidad –a veces fea-, pero a la que tenemos que mirar de frente. Y ante la que siempre, siempre, debemos reaccionar. Me viene a la cabeza Martin Luther King y su conocida frase: “Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”.

Casi, casi pasamos página sin mirar a José Carlos. Y estaba ahí. Personas como él, situaciones como las que vive él y su familia, nos emplazan a diario a dar la cara. Por la libertad, por la convivencia, por la justicia. Un abrazo pamplonés y mucho ánimo. 

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