Javier Marcotegui Ros, parlamentario foral de UPN
Entre espías del CNI infiltrados en NaBai, chupinazos y estrategias políticas a corto y largo plazo, ha pasado el verano. Ahora comienza un nuevo curso político; decisivo en la medida que es el último completo antes del fin de la legislatura.
El CDN, tempranero, ya ha efectuado claramente su oferta electoral y de gobierno futuro. Sugiere una coalición con UPN y PP y con un interlocutor preferente, el PSN. Tiempo habrá para descubrir su consistencia política. Sin embargo, desde hace unos meses, quizá desde que se rompió el pacto de UPN y PP firmado en 1991 o posiblemente desde antes, el PSN ha elaborado su propia estrategia. Con insistencia y cierta periodicidad la deja sonar.
A principios de agosto su secretario general exigió a UPN «que esté con el PSN o con el PP» y le instó a que decida con quién quiere el acuerdo. Unos meses antes, su presidente estimó, a mi juicio acertadamente, que la quiebra del pacto UPN-PP era muy favorable a los intereses de su partido, en su objetivo legítimo de desplazar a UPN del gobierno. Afirmó, a modo de conclusión, que su partido no consentiría una estrategia política de UPN con dos caras; la que mira hacia el PP y la que mira hacia el PSN.
Esta estrategia recuerda la vieja máxima de Julio César «divide y vencerás», revalidada por Maquiavelo, que aconsejaba perseguir la división de los capitanes de las fuerzas enemigas "sembrando entre ellos la sospecha o procurándoles buenas razones para separarse, haciéndoles así más débiles"1. Entre otras estrategias, ésta fue aplicada con evidente éxito político por el minoritario Partido Comunista para hacerse con el poder en los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial.
La primera obligación de un partido que alcanza el poder con minoría parlamentaria es conseguir la estabilidad política y de gobierno. Tal fue lo que se planteó UPN en 2007 al configurar el Gobierno. A tal efecto, propuso a las fuerzas políticas más próximas (PSN y CDN) los pactos necesarios que garantizasen la gobernabilidad y la estabilidad. Estos pactos, políticamente naturales y lógicos, pueden cobijarse bajo fórmulas distintas. Se adoptó la fórmula de pacto anual de contenido presupuestario.
Los pactos, además de su contenido específico y los compromisos de gobernabilidad adquiridos, encierran de modo inevitable un coste y un reconocimiento electorales para las partes. El coste de abandonar los aspectos del programa propio y de aceptar los ajenos para alcanzar el acuerdo. Y el reconocimiento del esfuerzo efectuado para la estabilidad y el progreso político alcanzados en la legislatura. Ambos se harán efectivos en el proceso electoral siguiente, al cabo del cumplimiento de lo pactado. Precisamente, la esperanza de mayores beneficios que costes es lo que empuja normalmente a los partidos a aceptar o rechazar los pactos. Valoran el balance entre coste y beneficio electorales.
Al margen del contenido específico del pacto y de la lealtad debida entre las partes en su cumplimiento, que en todo momento es exigible, los partidos mantienen su independencia y personalidad política y la libertad para ejercerla conforme a sus intereses y al de sus electores cuya voluntad expresan y cuya participación política facilitan.
Por esto, no tiene sentido ni hay razón alguna para que el PSN proyecte el pacto a otras situaciones o momentos políticos distintos. De hacerlo, habría que concluir que con el pacto en esta legislatura el PSN persigue un objetivo distinto al de la estabilidad y la gobernabilidad de Navarra y de sus ayuntamientos; la división interna de UPN.
Es justo reconocer que el PSN fue racional al garantizar la gobernabilidad pero también es justo afirmar que no tiene autoridad ni razones suficientes desde la perspectiva de los pactos para condicionar las estrategias políticas de relación de UPN con los partidos políticos que respetan el Amejoramiento y la Constitución.(Del Arte de la Guerra, libro VI)