Conchi Mateo, parlamentaria foral de UPN
Hoy, con motivo del Día Internacional de las Personas Mayores, quiero mostrar a través de estas líneas todo mi agradecimiento y mi cariño. ¡Cuántos momentos hemos compartido! Me han regalado tantas historias y en ocasiones me han ayudado a comprender mi propio presente.
Estar con las personas mayores fue una experiencia muy satisfactoria. Descubrimos cualidades y aptitudes desconocidas, dándonos la oportunidad de comunicarnos y establecer una relación.
La escucha despertó su memoria, su papel de protagonistas me hizo conocer los caminos que han recorrido, los sueños que han cumplido en sus vidas. Descubrir sus días más alegres y también los más amargos. Como quien lee un libro, «un libro abierto», de tarde en tarde, de visita en visita, de paseo en paseo, pues también disfrutan recordando su pasado, haciéndolo presente en nosotros, es decir, abriendo la puerta de su vida hacia fuera.
La experiencia adquirida con la madurez les ha hecho ser protagonistas de una sabiduría que se ha forjado junto a su historia personal. Por ello, vale la pena intentar conocer más sobre el tesoro de su mundo, comprender su manera de pensar y renovar sus experiencias personales.
Envejecer es más que sentir, exige un grado de realismo sobre el declive, pero también un reconocimiento de las nuevas perspectivas que ofrece. Si no, ¿cómo entender aquellos casos en los que una persona dice ser vieja a los cincuenta mientras otra es joven a los ochenta? Tales casos me han mostrado otro punto importante acerca de la madurez: ¿Una persona es mayor o se siente mayor? Muchas veces la edad no define esta cuestión, sino la posición que se asume frente a esta nueva fase de crecimiento, desarrollo y maduración natural de cualquier persona.
Esto me ha permitido ampliar la mirada, sin limitarme a focalizar el envejecimiento en una cuestión puramente cronológica de etapas sucesivas, como ellos me dicen. Se trata de tomar conciencia de que la madurez también es una etapa que se ha de construir, y por lo tanto hacer de ella un padecimiento o una celebración dependerá de la elección de cada uno.
La experiencia les aporta una gran capacidad para adaptarse a las nuevas situaciones, tienen la destreza de transformar las dificultades en posibilidades de mejora, dicen que la experiencia es un grado. Yo pienso que la experiencia es más que un grado, es un tesoro que está a nuestra disposición y que no debemos negarnos a descubrir.
Es cierto que han crecido en un mundo muy diferente al mío, pero puedo estar segura de que en un determinado momento afrontaron justo los mismos sentimientos que pueden llegar a perturbarme ahora. Gracias por vuestras vivencias. Hoy me resulta más fácil entender lo que llamamos «vivir».