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Energía ética y sostenible

Javier Marcotegui Ros, Vicepresidente 1º del Parlamento de Navarra

Desde los años 70 la energía nuclear se ha considerado sucia. Los accidentes de Three Mile Island (1979) y de Chernobyl (1986) y las preocupaciones por la gestión de los residuos radiactivos y la seguridad de las centrales, han suscitado prejuicios y miedos sociales hacia ella. Estos recelos se han impuesto a los importantes avances en seguridad y al hecho de que no produce emisiones a la atmósfera.

La energía derivada del carbón y el fuel-oil ha tenido mejor prensa. Se ha considerado el carbón como un combustible abundante y barato que no ha sido necesario transportar. No obstante, se han ido conociendo algunos de los inconvenientes de ambos combustibles: las emisiones de óxidos de azufre y de nitrógeno responsables de las lluvias ácidas que arruinan los bosques. Recientemente se destaca su carácter de energía fósil, no renovable, cuya producción libera enormes cantidades de CO2 responsable principal del cambio climático. En 2003 fue el carbón la principal fuente mundial de emisión de CO2 a la atmósfera.

El petróleo, soporte básico del transporte, no ha sido objeto de descrédito. Las preocupaciones sociales pasan más por su precio en el mercado, que ha alcanzado 140 dólares por barril, 2,3 veces superior al del año 2006.

Las energías llamadas renovables (eólica, solar, biomasa e hidroeléctrica) y los biocombustibles han sido calificadas de limpias y verdes respectivamente. Sin embargo, se empiezan a poner de manifiesto algunas importantes desventajas. Precio elevado y discontinuidad temporal de su producción en el caso de la eólica y solar que las inhabilita para mantener con exclusividad el consumo. Baja eficiencia en la de biomasa e hidroeléctrica. De los biocombustibles se citan los riesgos de deforestación, de incremento de los precios de los cereales y de pérdida de suelos agrícolas y de serias evidencias científicas sobre el escaso ahorro de emisiones de CO2 si se hace balance con las emisiones de los procesos de su producción.

Entre tanto, los augurios de cambio climático formulados en 1979 por la Conferencia Mundial de la ONU sobre el Clima pueden estar confirmándose. Es probable que el cambio climático sea ya uno de los más importantes problemas humanos y, según el científico y ecologista Lovelock, «no tenemos (ya) tiempo para investigar con visionarias fuentes de energía». Es posible que sea el tiempo el verdadero recurso que escasee en la Tierra.

Por otra parte, 1.600 millones de personas en el mundo viven sin electricidad; 2.500 utilizan madera, carbón y desechos agrícolas y ganaderos para atender las necesidades básicas para cocinar y calentarse. Por un principio ético también estas enormes poblaciones tienen derecho al desarrollo. Los países en vías de desarrollo, en el año 2030, habrán aumentado en un 74% el consumo energético mundial actual y en un 57% las emisiones de CO2.

Ante esta situación energética y de emisiones insostenible, la Agencia Internacional de la Energía, en sus informes de 2006, 2007 y 2008, ha sugerido diversificar las fuentes de abastecimiento y reducir las emisiones de gases efecto invernadero. Propone que «lo principal es una mayor eficiencia energética, la captura y almacenamiento de CO2, las fuentes renovables y la energía nuclear». Para hacer sostenible y ético el sistema energético global es preciso descarbonizar la generación de electricidad, por lo que no podemos desechar ninguna de las opciones disponibles.

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