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Más allá de unas elecciones

Javier Marcotegui Ros, Parlamentario de UPN

Desde esta perspectiva electoral, extraigo las siguientes conclusiones referidas a Navarra.

El porcentaje de abstención, con aumentos o disminuciones significativas, se mantiene estable, en torno al 27%. Se da una correlación cierta entre las variaciones de la abstención y las del voto socialista.

En el ámbito conservador, UPN es la única fuerza de referencia, a pesar de que, en el pasado, muchos han sido los ensayos políticos. Recordemos, con los matices debidos, a los partidos AFN, APN, CDN, CDS, PRD y UCD. En la actualidad solo CDN tiene una mínima representación en el Parlamento foral, el cual en las elecciones de 1995, tras las disputas internas de UPN, llegó a representar al 12,60% del censo. Su devenir supone la incógnita que se debe despejar en la próxima convocatoria electoral.

UPN, solo en las elecciones regionales o coaligado con el PP en la generales, no ha dejado de crecer. Este crecimiento se ha  truncado transitoriamente en dos momentos: en las elecciones regionales de 1995 y en las generales de 2004. En ambos, las causas fueron evidentes: en 1995, la crisis interna de UPN que provocó la creación del CDN; los tristes sucesos del 11M, suficientemente debatidos, en 2004. Ahora bien, el partido es sujeto de una gran y creciente fidelidad por parte de su electorado, hasta el punto de que en los dos últimos procesos electorales regionales ha sido apoyado más que en los generales coaligado con el PP. El éxito de su gestión en el gobierno y su coherencia programática son, sin duda, las causas de este hecho. Deberá continuar en esta línea con el reto permanente de romper su techo electoral.

En el ámbito de la izquierda las cosas no están tan claras. Recordemos, también con matices, a los partidos AETN, EE, FDI, FNI, IU y PSP. El PSN es la referencia, pero sigue una evolución electoral con altibajos, con un máximo electoral en las generales de 1982 y un mínimo en las regionales de 1999. En sus resultados destaca llamativamente la incapacidad, observada desde 1995, de mantener a sus electores naturales en las elecciones regionales respecto de las generales. La diversidad de fuerzas políticas en su conformación definitiva y su inconsistencia programática pudieran ser la causa de esta circunstancia. Por el bien de la estabilidad política de Navarra, sus dirigentes deberían resolver esta cuestión. IU parece afectada por un declive constante e inevitable.

Las esperanzas depositadas en la coalición NaBai no parecen confirmarse. El nacionalismo no consigue superar las expectativas creadas en 1979, aunque, en honor a la verdad, se puede destacar que en las elecciones de 2004 rompieron la línea descendente comenzada en aquel año 1979.

Finalmente, y referido al conjunto de España, la ausencia del riesgo de la sopa de letras, la configuración autonómica del Estado, la vocación del Senado como cámara de representación territorial y algunos excesos de representación de determinados partidos en el Congreso hacen oportuno plantear una reflexión profunda y serena sobre la idoneidad de la actual ley electoral, de la provincia como circunscripción electoral y del propio mecanismo de reparto de escaños.

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