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Soy católico y cristiano

Eradio Ezpeleta Iturralde, Parlamentario Foral de UPN

¡Ya no me callo! El ataque de dos cobardes encapuchados al párroco de Zizur Mayor hace pocos días no me deja indiferente. Es hora de actuar y yo lo hago con la fuerza de la palabra que me ofrece la libertad de expresión y desde el respeto al prójimo.

Pero no me llama la atención este ataque. No digo que lo estuviera esperando desde hace días, pero llevamos varios meses de calentamiento que hace que quien juega con fuego al final se queme.

Soy católico. Soy cristiano. No me importa decirlo. Es más, creo que ya es hora de que se me oiga, que se nos oiga a los que pensamos así. Ya lo dijo Edmund Burke, político y escritor irlandés: Para que triunfe el mal los hombres de bien deben no hacer nada. Y eso por mi parte no va a ser así.

Llevamos varios meses escuchando críticas y ataques desmesurados contra la Iglesia por no compartir la asignatura de educación para la ciudadanía, por defender el matrimonio, por defender la familia, por criticar ciertas exposiciones que insultan gravemente a los cristianos, por defender la libertad de expresión de una cadena de radio, por denunciar que el Papa no pueda ir a la Universidad a dar una lección, por defender el patrimonio propio o por defender la vida.

La verdad es que me quedo perplejo cada vez que oigo estas reacciones. Yo comparto todas y cada una de las acciones que he mencionado con anterioridad. Y las comparto porque no son más que el fiel reflejo del catecismo de la Iglesia Católica a la que yo libre y voluntariamente pertenezco, puesto que nadie me obliga a ello.

Quien sea Católico, o diga que lo es, tiene que estar de acuerdo con los planteamientos anteriores. No cabe espacio al titubeo ni a la duda. Quizás puede haber alguna disparidad en la forma de hacerlo o de actuar pero nunca en el fondo. En algunas formas yo mismo discrepo. Pero en ese caso hay que decirlo desde dentro. Sí, desde dentro. Desde la misma Iglesia.

Harto estoy de escuchar a quienes desde fuera critican e insultan a la Iglesia. No tienen derecho a hacerlo. Y lo digo bien alto. Eso es lo fácil. El no creyente, quien no acepta las normas de funcionamiento, quien incluso se cataloga de ateo o quien dice que cree en la Iglesia pero no en sus dirigentes no tiene derecho de decirme a mí lo que tengo que hacer al respecto y mucho menos decírselo a la Iglesia.

Que lo hagan desde dentro, trabajando y proponiendo sus pareceres en los órganos de participación que tiene la Iglesia para ello. Y los tiene, se lo aseguro al que piense lo contrario, porque soy miembro de alguno de ellos y libremente expongo mis pareceres. Una veces salen adelante y otras no. Y lo acepto, claro está.

Pertenezco a una Iglesia del siglo XXI donde los inmigrantes, mayores, mujeres, jóvenes y niños con y sin dificultades se ven acogidos y queridos, donde las nuevas tecnologías se abren camino en la evangelización y donde los laicos seguimos teniendo mucho que decir. Pertenezco a una Iglesia trabajadora, cercana, en continua misión y en continua evolución. Pertenezco a una Iglesia pecadora (claro que sí, porque la formamos hombres y mujeres pecadores) que intenta mejorar día a día como así se lo dijimos en el último Sínodo de la Iglesia de Navarra donde a nadie se le prohibió participar y que demostró que es una Iglesia democrática. Y el día que no esté conforme con lo que hace, y después de intentar cambiarla desde dentro, me marcharé de la misma manera que entré: libre y voluntariamente.

Sí, soy católico. Soy cristiano y ya no me callo. Sólo pido que no intenten callarme con la fuerza de la sinrazón, del pasamontañas o del insulto. Quien así pretenda hacerlo debe saber que tiene la puerta y mis brazos abiertos para, desde el respeto, decirme lo que crea oportuno, en la Iglesia o fuera de ella. No tengo prejuicios por ello.

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