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Año nuevo, vida nueva

José Iribas S. Boado, Senador por Navarra

La tarea política es, intrínsecamente, una actividad de servicio a los demás. Aplicarse a ella exige trabajo, entrega y vocación; también una frecuente renuncia profesional y –en especial en esta tierra- un indiscutible sacrificio personal y familiar: son nuestros seres más cercanos los que, por una respetable labor ajena (la de quienes decidimos participar en política), padecen más directamente nuestras ausencias y temen más seriamente nuestros riesgos. Nosotros, los representantes públicos, los sufrimos también; pero hemos de reconocer que contamos en nuestro «activo» con el estímulo de desempeñar lo que es toda una vocación, asumida mediante una decisión personal y libre. En este caso, la de participar en una tarea de servicio a nuestro pueblo, desde la defensa de unos valores, a la búsqueda del bien común, aunque sea a través de una actividad… no siempre muy estimada.

Hacia marzo de 2003, el presidente de mi partido, Miguel Sanz, y nuestra alcaldesa, Yolanda Barcina, me solicitaron que concurriera como número dos en la lista municipal de UPN de Pamplona. Yo era entonces senador y decidí aceptar –no eran buenos los tiempos que corrían en relación con el terrorismo- desde un compromiso nítido con mi pueblo, con mi partido y con quienes me lo planteaban.

Desde que accedí a mi condición (ahora revalidada) de corporativo de Pamplona, he venido compatibilizando mi labor como primer teniente de alcalde con la de senador. Evidentemente, no he sido un caso aislado: en Navarra tuvimos alcaldes y concejales que ya lo hicieron (Balduz, Cervera, Campoy, Del Castillo); como los ha habido o los hay en otras Comunidades (la alcaldesa de Cádiz, el de Burgos, el de La Coruña, el de Guadalajara, el de Zaragoza…)

Acepté, pues; y quise, a la vez, dejar claro que no simultaneaba ambos cargos por ninguna ambición económica, sino porque así me lo habían planteado. Por eso renuncié voluntariamente (y así lo he cumplido) a percibir cantidades en concepto de dietas, ni del Ayuntamiento, ni de sus sociedades públicas, ni de la Mancomunidad. Unas cantidades a las que, desde el punto de vista legal tenía derecho por ser compatibles, pero que entendí era bueno que quedaran en el erario público pamplonés; ello desde una decisión legítima (tanto, al menos, como la de quien hace lo contrario).

Han pasado más de cuatro años desde entonces, en una vida muy sacrificada en lo personal y lo familiar y con un ritmo más que notable… y hace ya algún tiempo, bastante, que comuniqué a mi alcaldesa y al presidente de mi partido mi decisión –meditada- de no intentar revalidar mi puesto en el Senado: «Año nuevo, vida nueva».

Ahora (con las Cortes a punto de ser disueltas), entiendo que es un buen momento para hacerlo público, y –sobre todo- para dar las gracias, también públicamente, a quienes desde UPN confiaron en mi persona como candidato y ¡cómo no! a todos esos ciudadanos navarros a los que en distintas convocatorias a las Cortes Generales les pedí su apoyo y su voto. He intentado estar a la altura del gran honor que me confirieron al elegirme como su representante.

Gracias, pues, a unos y a otros, también a mis compañeros y… –¡faltaría más!- a mi familia. ¡Ah!, y que no suene a despedida, porque es precisamente en Pamplona, en este nuestro Ayuntamiento del que soy corporativo, donde van a seguir volcadas todas esas ilusiones, dedicación y compromiso, indispensables en nuestra labor de servicio público. Aunque eso sí, entre otras cosas, tendré que viajar menos.

Muchas gracias a todos… y suerte y todo mi apoyo a quien me suceda.

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