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La Hora de los Principios

María Caballero, hija de Tomás Caballero, asesinado por ETA

Firmo mi artículo como hija de Tomás Caballero porque intuyo que estamos a punto de cruzar una frontera a la que nunca deberíamos habernos acercado. Hay quien asegura que ninguna muerte tiene sentido, pero yo estoy convencida de que sí podemos dar un sentido a la ausencia de los asesinados si logramos mantener vivo su recuerdo, si lo convertimos en un estímulo, si asumimos que tenemos contraída una deuda con los que murieron, si sentimos en primera persona la responsabilidad de la Historia. Las tumbas de los asesinados deben recordarnos siempre por dónde discurren los límites de la democracia, de la paz y la libertad.

¿Qué tiene que ver todo esto con la actual coyuntura política?, podría preguntarme alguien. Mucho. Bastante más de lo que a mí me gustaría. Parece obvio que las elecciones han abierto la posibilidad de una alternativa a UPN-CDN, tanto en el Gobierno de Navarra como en el Ayuntamiento de Pamplona. Pero el cambio que se pretende exige los votos de Nafarroa Bai y, en el segundo caso, los de ANV. Tanto Nafarroa Bai como ANV son formaciones nacionalistas y comparten un planteamiento esencialmente distinto al de casi todos los demás partidos. Para ellos es nuclear el hecho de considerarse distintos: cuando nosotros nos sentamos a la mesa para empezar a hablar, ellos irrumpen con sus reivindicaciones históricas. ¿De verdad el PSN tiene más en común con ellos que con UPN? ¿De verdad cree el PSN que los ciudadanos de Navarra hemos pedido que sea Nafarroa Bai quien organice la cultura o la educación de nuestros hijos durante los próximos cuatro años? ¿También los parlamentarios y los concejales socialistas se taparán la nariz -como ha anunciado que hará Mariné Pueyo- a la hora de votar?

He dirigido esta carta a los socialistas navarros: estoy convencida de que no todos estarán conformes con lo que parece que va a pasar. Me gustaría que al menos algunos detengan esta especie de carrera desenfrenada hacia no se sabe dónde, que trasciendan el mapa político que han dibujado las siglas, que piensen en la historia reciente, que se miren en el espejo de sus propias convicciones y que mediten el paso que su partido está a punto de dar.

A mi padre le privaron de su escaño de concejal pegándole dos tiros. Lo mataron porque nunca perdió su dignidad, porque expuso con firmeza sus convicciones, porque defendió con valentía la libertad de todos frente a ETA. Para nosotros es un orgullo saber que siempre fue fiel a sus principios, que no los rebajó por miedo y que no los ocultó para medrar. Ejerció la oposición con la cabeza bien alta, fiel a sí mismo y a quienes le habían votado.

A la vuelta de nueve años, es triste comprobar que aquellos que justificaron su muerte están a punto de volver a las instituciones. Y no me refiero únicamente a los dos ediles de ANV; estoy pensando también en Patxi Zabaleta, portavoz de Herri Batasuna en el Parlamento de Navarra cuando mataron a mi padre. Por supuesto, no condenó el asesinato.

Con todo, mi mensaje no es para Zabaleta sino para los socialistas que estos días barajan un posible pacto con él y con sus compañeros de coalición. Son ellos quienes realmente van a decidir el futuro de Navarra y de Pamplona, por mucho que intenten desviar la responsabilidad hacia Nafarroa Bai y digan que es Uxue Barkos quien se va a beneficiar de los votos de ANV. Hay entre esos socialistas hombres y mujeres con los que he vivido momentos muy duros y muy difíciles. Hemos compartido reuniones, proyectos y pancartas (una de ellas, por cierto, contra el nacionalismo obligatorio). Algunos nos arroparon a mis hermanos y a mí cuando los asesinos de mi padre fueron juzgados en la Audiencia Nacional, y siempre les estaré agradecida. Entiendo que la posibilidad de gobernar es atractiva, pero me atrevería a recordarles que no deberían hacerlo a cualquier precio. Me cuesta creer que es mayor el resentimiento que albergan hacia UPN que el que sienten por ANV o Nafarroa Bai. Es un hecho que cada partido tiene su estrategia y que las decisiones que toma una ejecutiva a veces no son unánimes. Pero, al final, todos somos dueños de nuestros actos. Por eso apelo a los socialistas que estos días deciden su futuro y el nuestro: para que lo hagan atendiendo a sus principios, a su historia, y también a los principios y a la historia de quienes han sido asesinados.

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