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Sangre, sudor y lágrimas

Jaime Ignacio del Burgo, diputado de UPN

Me consta que la cadena ha recibido una infinidad de felicitaciones por un programa magistralmente dirigido por el periodista navarro Eduardo Blanco que se convirtió en líder de audiencia el día de su emisión.

Sin embargo, para algunos dirigentes socialistas el programa mereció una valoración bien distinta al considerarlo como un hachazo al mal llamado proceso de paz. ¿Por qué el enfado de Ferraz? Sencillamente, porque la recreación del asesinato del concejal popular de Ermua resultó impactante y sin aludir para nada los planes del Gobierno puso de manifiesto la perversión de negociar con sus asesinos. Lo peor para los planes del Gobierno serían las palabras pronunciadas ante la cámara por Iker Gallasetegui, tío de Iranzu Gallastegui, con ocasión del juicio seguido contra ella y contra Francisco Javier García Gaztelu, alias «Chapote». «En ETA no hay gente de esa a la que le guste matar, no la hay. Es su deber. Matan porque es un deber patriótico», dijo el siniestro personaje. España es  la que tiene que pedir perdón pues «invadió a esta Comunidad Autónoma y acabó con sus derechos». Miguel Angel Blanco era un «enemigo del pueblo vasco» y por tanto responsable de las «agresiones» contra él. Merecía la muerte por ser colaborador con los culpables de «haber acabado con nuestras costumbres y contra nuestro derecho». El reportaje incluyó también imágenes de los dos asesinos durante el juicio en la Audiencia Nacional, cuya chulería es propia de quienes están convencidos de que pronto estarán en libertad.

El presidente Rodríguez Zapatero quiere conseguir la «refundación de la convivencia en Euskadi» mediante el diálogo con los apoderados de ETA a quienes ha garantizado un nuevo estatus político para Euskadi donde se de respuesta al «derecho a decidir» del pueblo vasco y a la pertenencia de Navarra a Euskal Herria. ¿De verdad sabe a quién tiene al otro lado de la mesa?

En vísperas de la guerra mundial, Francia y Gran Bretaña creyeron haber pactado con Hitler una paz duradera consintiendo la expansión nazi en Centroeuropa. Fue entonces cuando Churchill pronunció aquella histórica frase que tanto irritó a sus compatriotas: «Aceptaron el deshonor por la paz. Tendrán el deshonor y la guerra».  Poco después los mismos que estuvieron a punto de lincharle físicamente, se apresuraron a llamarle para que condujera al país para hacer frente a la monstruosa tiranía hitleriana. Pero entonces, el político inglés no pudo ofrecerles otra cosa que «sangre, sudor y lágrimas».

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