Javier Marcotegui Ros, Parlamentario de UPN
La Libertad compete al ámbito personal. Se trata de una reivindicación de la persona para sí. Es la exigencia de quien quiere ser dueño y señor de sí y sus actos. «El hombre es causa de sí mismo» señalo Aristóteles en su Metafísica. A la Libertad sólo se opone el determinismo natural, físico o biológico, y el determinismo social necesario o coacción, democráticamente establecido, para garantizar el orden, la convivencia social y el bien común. Ambos señalan los límites entre los cuales la Libertad se reclama ilimitada.
El ejercicio de la Libertad requiere entendimiento y deliberación para aplicar los medios precisos al fin deseado y voluntad para elegir y consentir el fin. Sólo sujetos con mentes enfermas, poco o deficientemente instruidos o malévolos, incapaces de entender o aquejados de un proceso deficiente de conformación de la voluntad confunden los límites con la ausencia de Libertad. En estas personas, con cierta frecuencia, surge la paradoja porque pretendiendo la Libertad, la anulan. Confunden el interés personal o singular con el general y común; en el proceso deliberativo sobre el qué y cómo hacer prestan atención a prejuicios insuficientemente fundados, apoyados sobre falseamientos de la realidad y, consecuentemente, errados. Así la banda terrorista ETA determinó unilateralmente, sóla ante sí y sus razones, que José Javier no tenía derecho a su Libertad y le privó de la raíz más profunda de ella: la vida.
La sociedad formada por ciudadanos libres es una sociedad libre. Capacitada, por tanto, para la determinación de los principios que disponen las conductas individuales y sociales al orden, la convivencia social y bien común. Dotada de los instrumentos adecuados para la determinación democrática de sus leyes civiles a las que libremente se somete y de las herramientas pertinentes para el control de su aplicación igual y justa a todos sus miembros.
La Libertad lleva indisolublemente asociada la responsabilidad de los propios actos; la responsabilidad jurídica personal tanto en el aspecto penal como civil. Aparece, consecuentemente, el valor o virtud de la Justicia personal que equilibra la balanza de las relaciones interpersonales injustamente escorada hacia intereses injustificados. La Justicia requiere distinguir las personas, obedecer a criterios de verdad, perseguir la igualdad desde la perspectiva de la legalidad y satisfacer el débito estricto exigible. La Justicia defiende la Libertad y es la muralla que protege del peligro de injerencias indebidas de personas y poderes públicos.
En su proyección social es la Justicia general que defiende el bien común, facilita la convivencia, el orden y la armonía social. Constituye el caldo de cultivo en el que se desarrolla la Paz social. Sin Justicia no es posible la Paz social, como no sea la de los cementerios, la de personas y sociedades sometidas por el poder y la tiranía. No es posible un proceso de Paz sin que previamente se haya satisfecho la Justicia. Si buscamos realmente la Paz es necesario hacer Justicia a José Javier, a las víctimas del terrorismo y a la sociedad entera que también es y ha sido víctima durante 40 años del zarpazo del terrorismo.