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Carta de Jaime Ignacio del Burgo a José Luis Rodríguez Zapatero

Jaime Ignacio Del Burgo, diputado de UPN

En esta ocasión, la finalidad de las consultas es informar sobre el estado en que se encuentra el llamado «proceso de paz» y recabar opinión sobre el mismo. Por este motivo, y sin perjuicio de que espero recibas a la mayor brevedad al presidente del Gobierno de la Comunidad Foral de Navarra, Miguel Sanz, te dirijo esta carta para expresarte lo que de haber sido convocado te hubiera transmitido personalmente.

El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, nos informó del contenido de la entrevista que mantuvo contigo a raíz de la declaración por parte de ETA de un «alto el fuego permanente». Nos satisface y debiera tranquilizarnos que le hubieras garantizado que no tienes ningún compromiso adquirido con la banda terrorista ETA.

A pesar de ello, hay algunas cosas que nos inquietan. Durante los dos últimos años se nos negó que existiera contacto alguno ni con ETA ni con Batasuna. Hoy se admite que sí lo hubo y que como fruto de tales conversaciones se ha llegado al momento actual. Fuentes de la Moncloa han llegado incluso a informar que el comunicado de ETA fue consensuado y que la consideración del alto el fuego como permanente fue una exigencia del propio Gobierno aceptada por la banda terrorista.

También resulta incuestionable que el Gobierno está resuelto a poner en marcha la «propuesta de Anoeta», aprobada por Batasuna a finales de 2004. Ello implica aceptar una doble negociación. El Estado y ETA negociarían directamente la «desmilitarización» del conflicto (según su argot) mientras una mesa de partidos constituida al efecto trataría de la definición de un nuevo «estatus» político para el País Vasco. No deja de ser significativo que los socialistas vascos poco antes de la declaración de alto el fuego dieran a conocer un documento para la pacificación y normalización de Euzkadi (terminología típica de los nacionalistas) en el que anunciaban su voluntad de participar en la futura mesa de partidos con la finalidad de alcanzar ese nuevo estatus político para el País Vasco.

Con la perspectiva que proporciona el tiempo, ahora se entiende el por qué de la resolución del Congreso de 17 mayo del 2005 donde se recogía literalmente la posibilidad de entrar en un «final dialogado» de la violencia si se confirmara la voluntad inequívoca de ETA de poner fin a la misma, reiterando uno de los puntos del Pacto de Ajuria Enea de 1988. Es verdad que con una importante apostilla: «La violencia no tiene precio político y la democracia española nunca aceptará el chantaje». 

Te recuerdo, no obstante, que existe otra Resolución del Congreso, aprobada el 21 de junio de 2005, con el apoyo activo del Grupo Socialista, que ratificó la plena vigencia de los principios contenidos en el Acuerdo por la Paz y la Tolerancia de Pamplona y de modo especial su punto quinto que me permito citar de forma literal:

«Nos reafirmamos en el principio irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverlas los representantes de la voluntad popular. Ningún grupo terrorista, ni ningún partido político que apoye la práctica de la violencia o se sostenga en ella para conseguir sus fines está legitimado para erigirse en representante del pueblo de Navarra. En consecuencia, rechazamos toda posibilidad de que ETA, o cualquier organización respaldada por la misma, sea reconocida en negociaciones políticas que pretendan condicionar el desarrollo libre del sistema democrático en general y el propio de Navarra en particular. Sólo la voluntad de nuestro pueblo puede orientar el presente y el futuro de Navarra. Por eso manifestamos nuestra seguridad de que ETA y sus defensores nada han de obtener de la violencia y la intimidación y de que Navarra continuará progresando asentada en sus instituciones democráticas y regida por la voluntad de sus ciudadanos».

Es evidente que con tales pronunciamientos deberíamos estar absolutamente tranquilos. ETA no va a obtener precio político alguno. El diálogo con los terroristas no podrá tener otra finalidad que la de concertar la entrega de las armas y la disolución de la banda así como aplicar si procede medidas de gracia. Luego si se llegara a producirse semejante diálogo con ETA ello sería porque ésta se ha comprometido al fin de toda actividad criminal con carácter definitivo. Esto es, además, lo que se desprendía de las declaraciones de los miembros del Gobierno en el sentido de que lo único que se esperaba era el anuncio de la disolución y cese definitivo de la violencia o como diría de forma gráfica el ex ministro Bono:   «Sólo esperamos que los terroristas vengan con los brazos en alto».

Sin embargo, las cosas hasta ahora discurren de manera distinta. ETA ha declarado un alto el fuego «permanente», sí, pero en modo alguno ha expresado su voluntad inequívoca de disolverse pues antes debe darse satisfacción a sus exigencias políticas. Se trata de un alto el fuego sujeto a condición resolutoria. Sorprende por eso que el Gobierno considere que es suficiente con la declaración de alto el fuego y su  verificación por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado para iniciar la negociación con ETA.

Por lo menos conocemos con toda claridad qué pretende conseguir ETA. El alto el fuego se ha declarado porque la banda terrorista ha constatado que el Estado español está dispuesto a negociar sobre contenidos políticos, aunque la negociación se lleve a cabo en una mesa de partidos donde Batasuna llevará la representación de la banda terrorista. Para que ETA anuncie su disolución se requiere como cuestión previa, al menos es lo que dicen, el reconocimiento de la existencia de una nación, a la que llaman Euskal Herria, integrada por siete territorios (País Vasco, Navarra e Iparralde). Esta declaración es prioritaria. Una vez conseguido tamaño reconocimiento, aunque sea a nivel de declaración política, la mesa de partidos (sin límites y sin exclusiones) entraría a negociar un nuevo estatus político. Sometido a refrendo de los ciudadanos de Euskal Herria el acuerdo alcanzado, con ello se daría satisfacción al derecho de los vascos a decidir su futuro, concepto equivalente o sustitutivo del derecho de autodeterminación. En cuanto a Navarra, una vez reconocida su pertenencia a Euskal Herria, Batasuna –y por tanto ETA- se comprometerían a aceptar la decisión de los navarros de no constituir por el momento una unidad política, aunque se deberían acordar otras formas de asociación más o menos federativa, como sería la creación de una Dieta o Consejo vasco-navarro, en un «escenario de transición hasta que se dieran las condiciones propicias para «construir un Estado independiente».

Los terroristas quieren, por tanto, que Navarra figure de manera inequívoca en el centro del llamado proceso de paz. Y a la vista de lo ocurrido para llegar hasta aquí, si la banda terrorista anunciara próximamente de manera más inequívoca su voluntad disolverse nos asalta la duda de si tal decisión no será consecuencia de un pacto previo de carácter secreto donde se habrían concertado los contenidos del acuerdo político final.

Ante esta situación no es de extrañar que en Navarra hayan saltado todas las alarmas. El primero en activarlas fue el propio secretario general del PSN, Carlos Chivite, que al conocer el pasado mes de diciembre la disposición de los socialistas vascos a sentarse a la mesa de partidos propuesta por Batasuna, y de incluir en ella a los socialistas navarros, propuso un pacto político «para el blindaje territorial e institucional de Navarra». Chivite se había mostrado anteriormente favorable a suprimir la disposición transitoria cuarta de la Constitución y, en otro momento, había propuesto refrendar el Amejoramiento del Fuero. Lo asombroso es que en tres meses los socialistas navarros han pasado de tocar a rebato para «blindar Navarra» a no negar la posibilidad de formar gobierno con el apoyo de todos los grupos nacionalistas, incluida Batasuna, si ETA abandona la violencia y UPN pierde la mayoría absoluta.

Esta claro que los liberticidas que quieren destruir nuestro orden constitucional por la violencia o aprovechándose de ella han levantado bandera blanca pero no para la rendición incondicional sino para ver si firman un nuevo Convenio de Vergara con contraprestaciones recíprocas en el ámbito político.

Arnaldo Otegui, que según tus propias y reiteradas manifestaciones tanto viene haciendo por la consecución de la paz, ha expuesto con total claridad los objetivos de la izquierda abertzale:

-«La clave es incorporar al PSE, al PSN y al PSF a un proceso democrático en Euskal Herria».

-«El acuerdo que se necesita es reconocer a la nación vasca y su derecho a decidir… Pero la primera fase es un acuerdo sobre territorialidad, capacidad de decisión, identidad nacional, reconocimiento de la nación vasca».

-«Que un presidente español acepte la existencia de naciones diferentes a la española es sencillamente una revolución política».

-«Se podrían distinguir dos fases. Hay una primera que entendemos es el objetivo prioritario, que es el reconocimiento de Euskal Herria como nación y, por tanto, como sujeto de derechos políticos. Con éste se supera el conflicto político. Y hay una segunda fase, que es la del ejercicio. Está claro que el ejercicio tiene que ser acordado, teniendo en cuenta las diferentes sensibilidades, relaciones de fuerza, culturas políticas… Se debe hacer sobre el acuerdo».

-«Es en el actual marco (el Amejoramiento del Fuero) en el que los navarros no pueden decidir. Lo  que nosotros decimos es esto: los navarros tienen derecho de participar en el proceso desde el inicio, tienen derecho a participar en el acuerdo que surja de ahí, y tienen el derecho de decidir cómo quieren estar en ese acuerdo… Si se acuerda la resolución del conflicto eso afecta  a todos los territorios y luego habrá que abrir un proceso sobre el modelo de transición, y en ese modelo los navarros van a decidir cómo quieren estar ahí».

-«En ese esquema es donde decimos que Navarra es buena parte de la solución al conflicto. Lo que queremos dejar absolutamente claro es que Navarra y su capital es para los vascos lo que Jerusalén para los palestinos, y que nosotros nunca vamos a renunciar a que Iruñea sea la capital del Estado vasco».

-«Sin Navarra no hay solución, no hay proceso, no hay acuerdo».

-«La solución al conflicto en Euskal Herria pasa primero por que el Estado español reconozca al país en toda su dimensión, que en este Estado no es de tres territorios, sino de cuatro. Eso es muy importante. En segundo lugar, es evidente que esos territorios deberían ser reconocidos como nación., Y en tercer lugar, debería reconocerse el derecho a decidir de esos ciudadanos. A partir de ahí, ya se lo dijimos a Zapatero en la carta que le enviamos: nadie plantea un escenario independentista para el día siguiente».

-«Una declaración así abriría condiciones para un futuro diferente en este país. Evidentemente, tendría que ser un Downign Street al estilo español, y hecha por el presidente del Gobierno español, en la que reconociera la existencia de la nación vasca y se comprometiera a respetar lo que los partidos políticos acordáramos en una mesa de negociación».

«Cuando alguien, que en este caso puede ser el PSN, el PS, el PSOE o el PSF demuestre que tiene la voluntad real y honesta de construir un proceso de resolución del conflicto, hablaremos de un modelo de síntesis» (Otegui entiende como tal alguna fórmula como la Dieta Vasco-Navarra»).

«Lo que decimos es que se tiene que dar un cambio político en Nafarroa, que tiene que estar ligado a su presencia y a la presencia de las navarras y los navarros en el proceso de solución y de diálogo político. El cambio de gobierno no sólo podrá ser real si la formación de ese gobierno se da en un contexto de superación del conflicto».

Me ha parecido oportuno hacer esta extensa referencia al pensamiento de Otegui porque éste no habla a título personal –como diría José Blanco- sino en nombre de Batasuna y, por lo tanto, de ETA y por ser él quien te hizo concebir la esperanza de un próximo final de ETA en la carta que te envió cuando accediste al Gobierno de la nación. Y no hace falta ser un lince para llegar a la conclusión de que «el inicio del principio del fin de la violencia» pasa por la aceptación como método de la propuesta de Anoeta que, por cierto, coincide básicamente –supongo que por pura casualidad- con la formulada el año 2000 por Chiqui Benegas. Los elogios al papel de Otegui me inducen a pensar que sus propuestas políticas no sólo en cuanto al método sino también en lo relativo a la resolución del «conflicto» han podido ser aceptadas. En suma, me invade la sospecha de que no sólo está preparado el escenario sino que el libreto de la representación ya está escrito hasta el final en línea con los pronunciamientos del portavoz de Bvatasuna.

Tu fijación por el proceso irlandés es otro indicio de una disposición favorable a pagar un precio político por conseguir la paz. (Utilizo esta palabra con cierta renuencia porque los demócratas españoles no estamos en guerra con nadie, pues enfrente de nuestro Estado de Derecho sólo hay una banda de asesinos que aterroriza a la población para conseguir sus objetivos políticos). Hay una gran hipocresía cuando se aboga por dejar hablar a la política y se afirma estar dispuesto a concertar un nuevo marco político para Euskadi si ETA abandona las armas, pues ese nuevo estatus sería consecuencia directa o condición necesaria del cese de la violencia. La constitución de la mesa de partidos ya es en sí misma un pago de precio político bajo el chantaje de los terroristas. ¿Por qué hay que crear una mesa de partidos fuera del Parlamento vasco donde ya funcionó una ponencia para el autogobierno? Pues porque es la única forma de incluir a representantes de Navarra y de los territorios franceses con raíces vascas y dar así satisfacción al inalienable principio de la territorialidad. ETA pretende transmitir la imagen, a través de la mesa, de que hay una nación sojuzgada por los Estados español y francés, para cuya «liberación nacional»  negocian un nuevo marco político fruto del derecho del pueblo vasco a decidir y al margen de la legalidad de los Estados español y francés, que son las potencias opresoras.

Es cierto que en la propuesta de Otegui hay una cierta rebaja de sus aspiraciones maximalistas. Renuncian, y no es poco, a reivindicar aquí y ahora el derecho a la independencia y se conforman con refrendar el acuerdo político alcanzado en la mesa de partidos bajo el eufemismo de que de esa forma se da satisfacción al «derecho a decidir» de los vascos. Esto es lo que  te ha permitido decir en el Congreso que no estás dispuesto a admitir el derecho de autodeterminación, porque sabes que no está ya en la reivindicación inmediata de los terroristas. También es cierto que en lo que a Navarra se refiere Otegui acepta que los navarros podamos mantener nuestro actual estatus, pero siempre que previamente se declare nuestra pertenencia a Euskal Herria cuyo reconocimiento como nación integrada por siete territorios esperan conseguir de una declaración tuya como presidente del Gobierno.

Observamos además inquietantes coincidencias en el terreno del lenguaje. El «conflicto vasco» (expresión típica del nacionalismo) no puede resolverse de un día para otro. «El proceso será largo y difícil», habéis afirmado casi al unísono. ¿Por qué tiene que ser necesariamente largo? Creo tener la respuesta. En primer lugar, porque no se tiene la seguridad de que toda la banda esté de acuerdo en cesar en la violencia si a su soñada Euskal Herria no se le reconoce el derecho a la secesión. En segundo término, porque hay que dar tiempo a la legalización de Batasuna, a fin de que pueda recuperar el poder municipal perdido y su presencia en las instituciones forales. Por último, hay que esperar a conocer el resultado de las elecciones en Navarra para verificar si puede o no producirse el «cambio político» que es requisito imprescindible para incorporar a Navarra al proceso de paz, sentarla a la mesa de partidos y acordar fórmulas transitorias de asociación con la Comunidad Vasca en tanto en cuanto se llega a la unificación política.

En tus últimas declaraciones te has referido también a la disposición transitoria cuarta de la Constitución. No eres partidario ahora de su supresión porque no quieres añadir «tensión al debate sobre Navarra». Esta afirmación ha contribuido a aumentar la inquietud de una buena parte de la sociedad navarra. Hubo debate sobre Navarra en 1977, cuando todo estaba por escribir y el pueblo navarro no había tenido oportunidad de pronunciarse sobre las diversas opciones abiertas por la Constitución que, conviene recordar, fue ratificada en referéndum por mayoría absoluta del censo electoral. En 1982, Navarra pactó con el Estado el Amejoramiento de su régimen foral histórico que fue aprobado en el Parlamento navarro por más del 70 por ciento de sus miembros. A partir de entonces, los partidos constitucionalistas y fueristas han alcanzado el 80 por ciento de los sufragios, elección tras elección. El hecho de que haya partidos favorables a la integración en Euzkadi no significa que en estos momentos hubiera ningún debate sobre Navarra. Esta frase ha generado desconfianza. Y cuando la vicepresidenta del Gobierno ha querido tranquilizar a la ciudadanía navarra en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del pasado viernes lo ha hecho en términos confusos, pues no se puede decir que los navarros decidirán su futuro, como si en efecto estuviéramos llamados a pronunciarnos en un próximo referéndum. La inmensa mayoría de los navarros asume la Constitución como marco común de convivencia y considera como instrumento plenamente válido el Amejoramiento, sin perjuicio de las reformas que sus instituciones pudieran decidir y acordar con el Gobierno de la nación. Nadie ha certificado pues la defunción del actual estatus de Navarra, como pretenden los terroristas. Y no se diga que la expresión «decidir el futuro» es aplicable a cualquier comunidad porque sus responsables, ni siquiera los que tramitan en este momento la reforma de su respectivo estatuto, utilizan semejante expresión para justificarla.

Espero que cuando el presidente del Gobierno de Navarra acuda al Palacio de la Moncloa le proporciones información precisa de la situación en que se encuentra el llamado «proceso de paz»,  máxime después de hechos como el atentado de Barañáin y la extorsión a los empresarios navarros, que desmienten a quienes verificaron la autenticidad del alto el fuego.

En los últimos meses he dirigido al Gobierno algunas preguntas sobre todo este asunto cuya respuesta ha sido eludida por los interpelados. Son preguntas que en tu condición de presidente del Gobierno y en algunos casos como secretario general del PSOE debieras responder con toda claridad para que el pueblo navarro –y el resto de los españoles- sepan a qué atenerse.

-¿Está dispuesto el presidente del Gobierno a formular una declaración política reconociendo la existencia de Euskal Herria como nación.

-¿Está dispuesto el Gobierno a aceptar que de esa hipotética nación forman parte la Comunidad Autónoma Vasca, la Comunidad Foral de Navarra y los territorios franceses de raíz vasca, aunque tengan hoy por hoy y por razones históricas regímenes jurídico-constitucionales diferentes?

-¿Está dispuesto el Gobierno a promover o consentir la creación de una mesa de partidos con representantes de todos los territorios que supuestamente pertenecen a la nación vasca para tratar de conseguir un nuevo marco o estatus político que sustituya, modifique o afecte al Amejoramiento del Fuero navarro?

-¿Esta dispuesto el secretario general del PSOE  a autorizar la participación de los socialistas navarros en esa mesa de partidos?

-¿Está dispuesto el presidente del Gobierno a convocar un referéndum consultivo en el País Vasco y Navarra para refrendar el hipotético acuerdo que pueda alcanzarse en la mesa de partidos?

-¿Está dispuesto el secretario general del PSOE a negociar fórmulas de asociación (Dieta, Consejo-vasco navarro o cualquier otro organismo) entre la Comunidad Autónoma vasca y la Comunidad Foral de Navarra?

-¿Está dispuesto el Gobierno a promover la supresión de la disposición transitoria cuarta de la Constitución y a negociar con el Gobierno de Navarra, en paralelo con esta supresión, la modificación de la disposición final segunda del Amejoramiento del Fuero a fin de asegurar que la derogación de la transitoria cuarta no implique disminución de las garantías que aquella contempla para evitar que se pueda alterar en el futuro el «status» constitucional de Navarra como Comunidad Foral, sin contar con la libre y democrática voluntad del pueblo navarro?

-¿Está dispuesto el secretario general del PSOE a autorizar, si el resultado de las elecciones de mayo de 2007 lo permitiera, la constitución en Navarra de un gobierno presidido por el candidato del PSN con el  apoyo de Batasuna  y de otros grupos separatistas?

Voy a terminar con algo que dije el pasado 22 de febrero en el Congreso: «Deseo ardientemente que el presidente del Gobierno venga un día a esta Cámara y anuncie la rendición de ETA sin ninguna contrapartida política, declare que no hay más hoja de ruta que la entrega de las armas, asegure que en el campo penitenciario no habrá más medidas de gracia que las derivadas del arrepentimiento sincero de los verdugos y la reparación efectiva del dolor de sus víctimas y, por último, reitere el compromiso de no negociar ni con los terroristas ni con sus representantes ningún cambio del vigente estatus político, tal y como aprobó este Congreso el 21 de junio de 2005». En esta tarea tendrás nuestro pleno apoyo. Mas si para conseguir el cese de la violencia se cede a las exigencias de los terroristas en el terreno político, nuestra oposición también será frontal. En lo que a Navarra se refiere tengo absoluta confianza en el pueblo navarro. Resistimos hace treinta años el embate conjunto del nacionalismo «moderado» y del terrorismo de ETA y sin otras armas que las de la razón evitamos que Navarra fuera integrada a Euzkadi por la brava. Resistiremos en esta ocasión con el apoyo, espero, de la mayoría del pueblo navarro. Aunque ahora quienes hemos puesto nuestro empeño en defender la vocación española de Navarra, el derecho a conservar su identidad y la pervivencia de su foralidad histórica,  tengamos ahora la sensación de no poder contar con el aliento del Gobierno de España. Nada me gustaría más que estar equivocado.

Sin otro particular, recibe un cordial saludo,

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