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Prudencia, calma y serenidad

Jaime Ignacio Del Burgo, Diputado de UPN

Y eso es un alivio para cuantos viven -vivimos- bajo la amenaza del terror. La mala noticia es que después del primer momento de euforia, el comunicado de ETA deja muy poco margen para la esperanza. La banda terrorista pretende poner en marcha un proceso de paz para conseguir un nuevo marco jurídico para Euskal Herria, negociado bajo su tutela. Los Estados francés y español habrán de aceptar el nuevo marco. Hay una referencia, ambigua ciertamente, a la autodeterminación, si bien la última palabra sobre la solución acordada la tendrían los ciudadanos de Euskal Herria.

Para llegar hasta aquí el Gobierno ha protagonizado una peligrosa política de gestos dirigidos a la banda terrorista para convencerles de la aceptación de la propuesta de Anoeta (ETA-Batasuna), como método para resolver «el conflicto vasco». Una política que incluía el reconocimiento de Cataluña como nación, preludio de similar reconocimiento para Euskal Herria y la aceptación por los socialistas vascos de sentarse en la mesa de partidos prevista en la propuesta de Anoeta para negociar un nuevo estatus político para Euzkadi.

Pero hay muchas incógnitas porque el margen de maniobra del Gobierno es muy escaso en el terreno político. ¿Se conformará ETA con una reforma del Estatuto hecha a semejanza del Estatuto catalán, donde no se reconoce el derecho a la autodeterminación? ¿Cómo se va a dar respuesta a la territorialidad, es decir, al reconocimiento de la realidad nacional de Euskal Herria con inclusión de Navarra y de los territorios vasco-franceses? ¿Estarán dispuestos a renunciar a sus objetivos políticos a cambio de la excarcelación de los presos etarras? Recuérdese que ni la autodeterminación, ni la integración forzosa de Navarra en Euzkadi, ni la amnistía general están permitidas por la Constitución. ¿Entonces? ¿Acaso los terroristas sólo pretenden para salir con los brazos en alto alcanzar un sucedáneo de acuerdo político vacío de contenido real? ¿Dónde quedaría en tal caso aquello de que «Navarra es el problema y también la solución»?

El presidente Zapatero declaró hace quince días que no se fiaba del PP y no estaba dispuesto a facilitarle información alguna sobre la lucha contra el terrorismo. Ayer se desdijo, le tendió la mano y le pidió que le acompañara en un proceso que debe merecer el concurso de todos. A su vez, el presidente del PP ofreció su apoyo al Gobierno para evitar el pago de ningún precio político y la vuelta al pacto por las libertades y frente al terrorismo. Los populares tienen muy claros cuáles son los límites. ¿Los tiene el Gobierno? Me gustaría decir que sí aunque mi fe se encuentra muy debilitada tras lo visto y oído en los últimos tiempos.
En el Congreso ha resonado con fuerza la palabra esperanza. Confiemos que ese alto el fuego permanente conduzca a la disolución de la banda, sin ninguna contrapartida, aunque su primera victoria sería la constitución de un foro de partidos para negociar con los representantes de ETA y, por tanto, con las pistolas debajo de la mesa, ese nuevo estatus político para Euskal Herria que nadie sabe en qué consiste.

El pueblo navarro no debe alarmarse, aunque tampoco bajar la guardia. La Constitución -bendita Constitución- impide que pueda acordarse nada sobre nuestro futuro al margen de nuestra voluntad. La prohibición constitucional de la federación de Comunidades Autónomas es otro valladar para los intentos de constituir ninguna Dieta o Consejo vasco-navarro dotado de poder de decisión sobre Navarra. Además, los dirigentes del socialismo navarro rechazan reeditar el famoso Órgano común de dudosa constitucionalidad. Incluso han ofrecido a UPN una acción concertada para blindarnos (horrenda palabra) frente a cualquier pretensión anexionista. Tal vez haya llegado el momento de explorar la sinceridad de ese ofrecimiento y disipar las dudas sobre un hipotético Gobierno de coalición PSN y nacionalistas de todo signo. En suma, calma, serenidad y prudencia.

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