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Una Constitución para Europa

Tras varios intentos fallidos a lo largo de años, este miércoles, el Parlamento Europeo aprobó con muy amplia mayoría el informe sobre la futura Constitución para Europa elaborado por el diputado popular español Iñigo Méndez de Vigo y el laborista británico Richard Corbett. 500 votos a favor, solo 137 en contra y 40 abstenciones, muestran bien el grado de adhesión que ha conseguido el texto entre los componentes de la Cámara. El Partido Popular Europeo aportó 191 votos favorables, a pesar del significativo voto en contra de los conservadores británicos. Los socialitas aportaron174, los liberales 80 y los verdes 32. La diversa procedencia de estos votos indica también una mayor legitimidad del proyecto. >

La Unión Europea no puede seguir organizándose a base de distintos tratados superpuestos, y resulta inaplazable, tras cincuenta años de andadura, acceder a la mayoría de edad de la UE que supone la aprobación de un único texto que tenga carácter constitucional, y dé contestación a una nueva forma de trabajo y de democracia en la UE, alejada de los vetos y de los intereses particulares; con mayor participación de los ciudadanos y de los parlamentos nacionales.

Ese y otros muchos argumentos que me llevaron a votar que sí, y a pedir el voto favorable en el referendo del próximo día 20, no me impiden ver las sombras que aporta el texto. Pude decirlo, y lo dije, ante el Pleno en el que intervine como uno de los ponentes de opinión. El texto adolece de una falta de referencia a uno de los valores que compartimos ampliamente los europeos, nuestro patrimonio cristiano. Sin duda fruto de un laicismo excluyente, de marcado corte francés, no hemos querido señalar por su nombre las raíces de nuestros valores profundos y de nuestra forma de entender la realidad. Como dije en el debate, venimos de celebrar la Navidad, cuyo significado es evidente, y pronto los europeos pararemos nuestros trabajos por la Semana Santa; y qué decir de la propia ciudad en la que estábamos, Estrasburgo, cuyo edificio más emblemático, orgullo de Alsacia y de Europa entera, es su magnífica Catedral.

Pero hay que votar que sí, porque estos valores, tan obvios y evidentes, no dependen de su inclusión o no en el texto, porque su arraigo está en las conciencias. Cierto que muchas constituciones, y la española también, hacen referencias mas generosas que la tímida que recoge el texto europeo. Pero los franceses andan muy atacados de un tipo de laicismo mas bien intolerante, y Giscard d»Estaing es de lo mas testarudo y engolado que existe. Tuve oportunidad el martes de estar más de dos horas con un hombre de Estado, ese sí, Helmut Köln, y nos hizo partícipes de su decepción y su incomprensión porque los valores cristianos, tan comunes y compartidos, hayan quedado fuera. Tal vez en este asunto el cambio de postura del gobierno español fue decisivo. Con Aznar llegaron a ser más los Estados a favor que en contra, pero nuestro nuevo gobierno se alineó sin reservas con Francia y la presidencia irlandesa optó por no enmendar el texto en ese asunto.

Pero votar significa hacer una valoración de conjunto, sin que los árboles impidan ver el bosque. Y son bien numerosos los campos en que la Unión Europea necesita una Constitución y que este texto aporta soluciones. Vamos a dejar de ser la suma de 25 o 30 países y vamos a comenzar a ser algo más que la mera suma, vamos a potenciar nuestro valor añadido. Se acabará el déficit democrático en la toma de nuestras decisiones. Se acabará la imagen de Europa como gigante económico con pies de barro en lo político. Se consolidará la ciudadanía europea y podremos afrontar mejor los muchos retos que tenemos pendientes.

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