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Rompamos el techo de cristal

En los últimos cuarenta años, la sociedad española y por supuesto, la navarra, ha progresado tan vertiginosamente, que todavía a las personas mayores de nuestra sociedad les cuesta asimilarlo. Se ha producido un avance no sólo tecnológico y científico en todos lo campos, especialmente la sanidad y los métodos asistenciales, decisivos en la mejora del bienestar y la esperanza de vida de nuestros padres y abuelos, sino también social, en áreas como la organización familiar, el mercado laboral y las nuevas formas de trabajo.>

Esto es más notorio en el caso de la mujer porque se ha superado la situación de desigualdad legal, habiéndose reconocido formalmente la igualdad de todas las personas ante la ley sin discriminación por razón de sexo. En sí mismo esto supone un significativo avance, a pesar de que hoy lo consideremos como algo normal. No en vano, la mujer de nuestra sociedad hasta los años 70, era considerada a efectos legales como menor de edad o como persona incapaz o deficiente. Esto suponía que no podía realizar una simple operación bancaria, ni mercantil, ni una compraventa si no contaba con la firma o autorización de su marido (si era casada) o de su padre (si era soltera o viuda), no podía testar, ni heredar ella sola, ni ejercer la patria potestad sobre sus hijos. El adulterio estaba penado por la ley y con penas superiores para la mujer, y los malos tratos a la mujer si no llegaban a arriesgar su vida, estaban impunes. Inimaginable tan sólo 30 años después.

En los últimos años, la mujer se ha incorporado masivamente al mercado de trabajo, a la educación incluida la universitaria, y en menor medida a la empresa y a la política, suponiendo todo ello un avance fundamental. Pero siendo cierto que se ha superado esa desigualdad formal o jurídica, no lo es la consecución de la igualdad plena y efectiva, porque en pleno siglo XXI la mujer, por el hecho de serlo, sigue siendo objeto de diferentes maneras de discriminación.

Existe amplio consenso en considerar como una expresión más de esa discriminación a lo que se denomina el «techo de cristal», metáfora que muestra a la perfección los límites del poder femenino. Es como si existiese una barrera invisible sobre las cabezas de las mujeres en una pirámide jerárquica, una barrera que no puede traspasarse mediante esfuerzos individuales, y que hace que los tramos inferiores estén feminizados y los superiores sean masculinos.

Son muchas y variadas las razones por las que esto ocurre, desde problemas de conciliación que obstaculizan que una mujer pueda acceder a cargos de responsabilidad, hasta problemas de financiación para poner en marcha proyectos porque la mujer solicita créditos más bajos que los hombres y es menos rentable para los bancos, hace que las estructuras de poder y responsabilidad sigan casi en exclusiva en manos de los hombres. En resumen, no hay posibilidad de cambio ni en las mentalidades, ni en las estructuras, ni en los necesarios modos de hacer las cosas.

Para ello es fundamental, entre otras cosas, apostar decididamente por políticas de y para la mujer, y en UPN llevamos mucho tiempo trabajando. Así pues, no son casuales medidas implementadas por el Gobierno de Navarra, dialogadas y acordadas con agentes económicos y sociales que han permitido que la tasa de desempleo femenino en la Comunidad Foral sea la menor de España. La independencia económica de la mujer es importante para superar barreras de desigualdad.

La conciliación del trabajo y familia debe ser una prioridad en las políticas familiares de los diferentes gobiernos, como ya lo recomienda la Unión Europea a través de su Carta de Derechos. Es necesario establecer cauces que permitan flexibilizar las fórmulas y los horarios de trabajo así como seguir cambiando las mentalidades para realizar una apuesta total por la corresponsabilidad porque la conciliación no sólo es una responsabilidad de las mujeres. El empresario no puede ver la condición femenina, íntimamente ligada a la procreación, como un problema, sino como una garantía para su futuro, y la creación de modelos de trabajo más flexibles sólo pueden redundar en menor conflictividad y tensión entre familia y trabajo, menor absentismo; mayor satisfacción de los empleados y por lo tanto mejor resultado productivo.

En el ámbito de la conciliación, son numerosas y novedosas las medidas que a lo largo de los últimos años se han puesto en marcha, unas de apoyo directo, medidas fiscales y también relacionadas con la reducción de jornadas, o con la incentivación para la contratación de mujeres. El Gobierno de Navarra ha ejecutado el 100% de los planes de apoyo a la familia y a la infancia. Sólo en el año 2004 se han invertido 16.868.876,16 euros (más de 2.800 millones de las antiguas pesetas) en medidas de conciliación, tales como excedencias laborales, ayudas a madres trabajadoras con hijos menores de 3 años, ayudas a familias con más de 4 hijos, partos múltiples, ayudas a partir del tercer hijo, eso sin contar las medidas fiscales, siendo pioneros en todo España.

El camino por recorrer en materia de igualdad aún es largo, pero se camina mejor cuando ya está hecha la senda, y los responsables políticos tenemos mucho por hacer. Es conveniente incorporar en las leyes la perspectiva de género, cambiar mentalidades y profundizar en la coeducación y la educación en valores. En las políticas públicas no todo, gracias a Dios, es cuestión de dinero y aunque los recursos son limitados es fundamental aplicar criterios de eficiencia en la gestión de los recursos e inteligencia en la búsqueda de nuevas medidas en la lucha por la igualdad.

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