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Ni talant ni talent

Los socios tripartitos del honorable Maragall se han visto en la necesidad de demandarle que controle sus expresiones y utilice con más cuidado su prolijo recurso al tropo y la metáfora. Parece que el president está de los nervios –motivos tiene para ello- y pretende «templarlos» a base de locuacidad. Y, cuanto más habla, más se pierde. >

Ante el desastre del Carmelo, primero dijo lo del tres por ciento. La mejor defensa es un buen ataque, debió pensar. Luego, se lo replanteó y dio «freno y marcha atrás». Estos sucesos exigen serias explicaciones.

A la vista de la democrática respuesta de la oposición, el sábado pasado, el president socialista trajo a colación… el 36; nos dijo que la derecha actual (aludía a CiU y al PP) recurre ahora a querellas y mociones de censura, mientras que en los años treinta impulsaba insurrecciones militares como la Guerra Civil española.

Al día siguiente, Don Pascual, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer, prosiguió con su incontinencia verbal: «Mi Gobierno se siente como una mujer maltratada».

El propio diario El País subrayaba que «esas figuras retóricas del fin de semana venían a sumarse al «soufflé» con el que Maragall había aludido a la situación catalana o a la «vaselina» que hacía falta para suavizar el tenso momento político» que vive el tripartito.

Frente a semejante sucesión de despropósitos, el Presidente ZP –el «jefe» de Pascual- ha preferido brillar… pero por su ausencia; ni está ni se le espera. A su vez, el Ministro catalán, y primer secretario del PSC, José Montilla, se desentiende expresamente del asunto y señala que las declaraciones de Maragall son de «su responsabilidad». Más o menos como el líder de Iniciativa per Catalunya Verds, Joan Saura, cuya principal reacción se sintetiza en que él «nunca hubiera hecho estas declaraciones». Ha sido una mujer, la vicepresidenta De la Vega, la que ha calificado como «desafortunada» (sic) la impresentable comparación entre un debate político y una «tragedia social», por ser situaciones «diametralmente opuestas».

¿Cómo habría reaccionado «la progresía oficial» si estas declaraciones del socialista Maragall hubieran provenido de un dirigente de otro ámbito ideológico? Con un mínimo sentido de la ética, de la coherencia, debería hacer lo mismo ante la nula sensibilidad de un president que, para colmo, ni se retracta ni pide públicas disculpas.

Algunos navarros, viendo este tripartito, se acordarán del que ya padecimos aquí en los tiempos de Otano. O pensarán en el que nos prometen, a futuro, Chivite, IU y los nacionalistas. En todo caso, la conducta de los «responsables» socialistas es una prueba actual de en qué manos está ahora mismo «el país»: ni talante, ni talento.

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