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¿Del ‘Plan Ibarretxe’ al ‘Plan Zabaleta’?

Patxi Zabaleta, inspirador de Nafarroa Bai y de bastantes de las más exitosas aventuras políticas del nacionalismo vasco, ha decidido afrontar la cuestión de Navarra. En efecto, en el proyecto de Ibarretxe tal asunto es capital. Navarra es Euskadi para todos los nacionalistas, es la pretendida justificación histórica del nacionalismo. Y sin Navarra, o sin una puerta abierta a Navarra, muchos nacionalistas no querrían seguir adelante.El líder de Aralar es la persona adecuada, desde el punto de vista nacionalista, para plantear la inclusión de Navarra en un futuro Estado vasco. Las dificultades del proyecto son evidentes. Pero los caminos para intentarlo no van a ser los hasta ahora habituales, y van a ofrecer dificultades inesperadas para los observadores menos avisados. Conviene analizarlo. >

Navarra no es parte del País Vasco porque en la Transición, cuando se configuró ese ente político, no nos incorporamos a la aventura. Navarra no está en el País Vasco, en cualquier caso, porque no es una parte de esa región histórica y jamás lo ha sido. Ser vasco y ser navarro son dos maneras diferentes de ser español: regiones hermanas, más o menos cercanas, con las que ya hay un espacio de convivencia política, cultural, social, económica, con una identidad diferente aunque participando de una misma y única nación: España.

Los hechos objetivos no se discuten, aunque no gusten, ni se pueden cambiar, más que dentro de los limitados márgenes de lo posible y razonable. Importa recordarlo porque Zabaleta ha centrado sus propuestas en algo tan ambiguo y etéreo como el «reconocimiento del ámbito de decisión política de Navarra». ¿Quién negará que Navarra es un «ámbito de decisión política»? Nadie, evidentemente. Los navarros son una comunidad dotada de autogobierno, en uno u otro grado, hace siglos, ininterrumpidamente, y por consiguiente aquí se han tomado siempre ciertas decisiones. Hoy, en democracia, los navarros deciden quién les gobierna, y cómo ha de hacerlo, y quién les representa en las Cortes. Esto es, desde luego, un ámbito de decisión política.

Ahora bien, los navarros no pueden decidir cualquier cosa ni de cualquier manera. En muchas cuestiones cruciales, de las que históricamente se dice que dependen de un pacto, no pueden decidir solos más allá de lo ya vigente y pactado. En otras, las más importantes, no pueden alterar lo inalterable.

Zabaleta estimula el equívoco y halaga vanidades provincianas y localistas. No es cierto que «nosotros podemos decidir todo». Un «nosotros» vasconavarro no puede romper la única fuente de identidad común, que es España. Y ni siquiera la Comunidad Foral sola puede decidir no ser España. Navarra es España prescindiendo de opiniones, por su origen y naturaleza; podría ser conquistada, pero mientras los navarros vivan serán españoles, sin importar los gustos de nadie. Podrían incluso no querer serlo, o decir que no lo son, pero eso tardaría en cambiar la realidad.

Frente a cualquier plan confuso, Navarra es, sencillamente, lo que el Fuero General dice que es, un reino español surgido en el Pirineo -como reino de Pamplona- en la lucha contra el Islam. Lucha, precisamente, para reconquistar la España perdida en 711, es decir para rehacer la independencia y la unidad que ya habían existido antes que los reinos medievales y antes que las actuales regiones. Navarra es, desde su raíz, España. Y por azares de la historia, tras una contribución gloriosa a la empresa común, Navarra se sumó al proyecto de unidad política vertebrado en torno a Castilla, como podría haber sido al revés. Hoy aquel reino es una Comunidad Foral. Nadie es más que nadie ni menos que nadie, pero es importante recordar cómo fueron las cosas.

Carece de fundamento el ‘plan Ibarretxe’, en sí mismo y en lo referido a Navarra. Por supuesto, no tiene fundamento jurídico ni histórico diferente del inventado por el mismo nacionalismo; baste recordar cómo alaveses, guipuzcoanos y vizcaínos, sin «órganos comunes», fueron orgullosos castellanos. Tiene, eso sí, fundamento fáctico: apoyo desde una opinión pública cautiva, desde estructuras totalitarias de poder político, desde las instituciones autonómicas, desde ETA. Para Navarra, lo realmente preocupante es el que tal vez termine llamándose ‘plan Zabaleta’.

Navarra es un sujeto de decisión política, por supuesto, como se acaba de explicar. El nacionalismo, que ve imposible englobar a Navarra en su autodeterminación, defenderá que Navarra puede autodeterminarse por sí misma. Esto es inadmisible, aunque parezca sólo ridículo. A corto plazo da igual, porque los navarros masivamente se sienten y desean ser lo que son, españoles. Pero realmente no lo son porque quieran serlo, y admitir la idea misma de una hipotética autodeterminación navarra daría lugar a grandes luchas a largo plazo. Esta vía napartarra al nacionalismo esbozada por Zabaleta debe cortarse de raíz, sin aceptar su fundamento.

La respuesta más clara al esbozo de ‘plan Zabaleta’ la ha dado Juan Ramón Corpas, consejero de Cultura y Turismo. Aprovechando el debate sobre el archivo de Salamanca, declaró públicamente, entre otras cosas, que Castilla es «núcleo y corazón de España», y que «los navarros creemos que el conjunto de la nación española debe mantenerse». Es, directamente, la afirmación de lo cierto y objetivo frente a la tentación napartarra.

Corpas no necesita que nadie salga en su defensa. Pero la idea que ha expresado, el concepto de España que a él le ha correspondido encarnar de alguna manera en este difícil momento, sí está siendo objeto de un furibundo ataque en los medios de comunicación nacionalistas o cercanos al separatismo. «Nosotros no hemos cambiado»: porque los navarros, porque somos libres, no podemos renunciar a ser lo que somos.

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