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Nicolas Sarkozy. La derecha sin complejos.

Sarkozy anima a esforzarse, les pide que no crean en los falsos igualitarismos de una izquierda de mínimos, reivindica el valor del trabajo, de la responsabilidad, de la familia, de la autoridad, la disciplina y el orden. Habla de laicismo republicano respetuoso con el hecho religioso. Critica -pero respeta- igualmente un ineficaz sistema impositivo y una ineficiente e improductiva administración pública. Defiende que los subsidiados devuelvan de alguna forma las ayudas públicas recibidas, elogia el elitismo educativo, pretende establecer una prestación social obligatoria para los jóvenes, ¡hasta quiere que se levanten los alumnos cada vez que entre un profesor en clase!. Avisa, por ejemplo, a los polígamos y los que alegan que la ablación del clítoris es un hecho cultural, que no son bienvenidos en Francia.

Lo que más llama la atención de su discurso desde nuestra óptica española, es la falta de complejos, el sentido común, la claridad, la sencillez de las fórmulas de un capitalismo eficaz y solidario que, no nos engañemos, sigue siendo el sistema económico, que mejor reparte la riqueza. Habla de valores (libertad, igualdad), y habla –orgulloso- de una patria de hermanos (fraternidad) en la que todos deben arrimar el hombro.

Particularmente me quedo con su reflexión sobre el pasado. No debemos pasar cuentas a los hijos y a los nietos de lo que hicieron sus padres y sus abuelos. Y tiene razón. En España, por el contrario, hemos elegido pasarnos viejas cuentas y reabrir heridas, sin ningún motivo. O mejor dicho sin ningún buen motivo.

En aproximadamente 100 días, sabremos hasta donde llega la carrera política del «petit Nicolas». Sinceramente si hoy me preguntan por quien apostar. Yo me apunto a Sarkozy.

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