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El Congo otra vez

Javier Pomés, eurodiputado de UPN

Antes, décadas de colonialismo belga y de dictadura de Joseph Desire Mobutu, que cambió el nombre del país por el de Zaire, y el suyo propio por el de Mobutu Sese Seko, tristemente famoso. Tras su caída en 1997, el país se convirtió en el campo de batalla de hasta 7 países africanos, que escenificaron en territorio congoleño sus luchas e intentos de supremacía, mientras se asesinaba a más de cuatro millones de personas, la inmensa mayoría civiles.

En los días previos a las elecciones de julio, la ONU hizo pública, a modo de recordatorio de lo que era, lo que es y lo que podría ser, una serie de estadísticas, según las cuales en la República Democrática del Congo morían más de 1.200 personas al día a causa de la violencia que todavía, como por inercia, se producía en el país. Más de la mitad eran niños, según UNICEF, que denunciaba que el Congo ha sufrido cada seis meses unas cifras de víctimas como las del tsunami de 2004  sin recibir la atención necesaria.

Durante las elecciones, sin embargo, fui testigo como observador del Parlamento Europeo de una especie de  resurrección de la concordia en unos comicios en los que, en una muestra de súbita efervescencia e infantil democracia, llegaron a presentarse casi 9.000 candidatos. Como era de esperar, sólo dos, Kabila y Bemba, han llegado al final con opciones.

El anuncio de esta segunda vuelta se recibió con cierta esperanza en los círculos internacionales, ya que probaba que las elecciones, bajo la vigilancia de la UE principalmente, habían sido limpias. Se suponía que, de haber logrado alguno de los candidatos la mayoría absoluta en la primera ronda, las acusaciones de fraude y pucherazo habrían encendido la mecha de una nueva guerra civil. Sin embargo, esta semana desayunamos con el anuncio en los periódicos de nuevos enfrentamientos que pueden dinamitar los cimientos de una democracia que no cuenta un mes desde sus primeros comicios.

En medio, las tropas españolas destacadas en la misión de la Unión Europea (EUROFOR), que trabajan para que los, de momento puntuales, ataques no se conviertan en un nuevo conflicto civil en el Congo. Durante los días que trabajé en la RDC, tuve la oportunidad de conocer su labor y de trasmitirles todo el apoyo del Parlamento Europeo y de la sociedad navarra, especialmente solidaria a lo largo de la historia con los que, como los congoleños, más sufren en el mundo. Desde estas páginas, me reafirmo en mi admiración hacia ellos y hacia los misioneros y cooperantes navarros que, como el médico pamplonés Juan José Echarri, trabajan en el país para contribuir a su desarrollo y reconstrucción.

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