Descargas

No lo veo claro, lo siento

Carlos Salvador, diputado de UPN

Deseo muy loable y compartido obviamente por todos, pero que sin embargo frente a un terrorista armado que utiliza la violencia como forma de hacer política y subvertir gracias ella el régimen político establecido en España le pone, en mi opinión,  en una situación de debilidad preocupante.

¿Por qué? Porque si ETA tiene capacidad para matar (dato que en estos momentos sólo sabe él) y en cualquier momento decidiera cumplir su amenaza dejaría de cumplirse el objetivo del Presidente.

Me he preguntado muchas veces si esa declaración de principios era la más adecuada para enfrentarse a la bestia etarra.

Imagino entonces a W. Churchill apaciguando a los nazis, ante el espanto y el dolor compartido por todos los británicos al recibir en algún aeropuerto de la costa inglesa las primeras víctimas de la guerra, con la afirmación solemne de que su objetivo era que no hubiera más víctimas. Y, ¿por qué no lo hizo? Probablemente porque él tenía claro que existía «algo» con más valor que la propia integridad física y la vida de cada uno de los ingleses. Prometió públicamente sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas, y dijo también algo muy importante «que resistirían y que no se rendirían jamás». Luego llegó a ser incluso premio Nobel de literatura, pero si ha pasado al pabellón de ilustres personajes del Siglo XX, quizás el más grande, lo fue por su clarividencia y su determinación ante el terror.

Tal vez no podamos considerar que estamos en guerra, ni que estamos ya ante un enemigo con capacidad destructiva alguna y haya llegado el momento de la magnanimidad en la victoria, ¡ojalá! Si no fuera así, ¿existe hoy ese «algo» en el ideario del Sr. Presidente que pudiera ser más importante que el coste terrible del sacrificio de la propia vida y de la de los demás? Esta es la cuestión fundamental.

Yo creo que el Presidente ha llegado a la conclusión de que no existe ningún «algo» por lo que merezca la pena enfrentarse a ETA, que sea más importante que una sola vida humana. Puede ser comprensible.

Ese «algo» en la vida de W. Churchill se llamaba Inglaterra y lo que en valores representaba una sociedad basada en la democracia y la libertad. Sin embargo para Zapatero la España que conocemos ya no constituye un valor tan importante como para merecer el sacrificio de nadie. Al menos tal y como hoy la conocemos. Tal vez porque la actual estructura institucional española él la hace depender directamente del franquismo -que mató a su abuelo- o es hija de un pacto coyuntural de conveniencia (la transición) tutelado por los militares, o por lo que fuera. La cuestión es que el cree por un lado, que la España que conocemos es lo suficientemente flexible como para satisfacer en una nueva configuración constitucional las aspiraciones de la banda terrorista –en presunto estado terminal- que necesita al menos una satisfacción política por dejar de matar, y al mismo tiempo confía en que los españoles seremos capaces de aceptar «cordialmente» un cambio constitucional que nos garantice que ETA dejará de matar, es decir que nos lleve a la paz.

Si el que no haya víctimas es el objetivo estratégico de Zapatero al liderar la política antiterrorista frente a ETA, es claro que sólo tiene dos caminos: o bien impide con toda la fuerza del Estado de Derecho que ETA pueda matar (improbable) o bien consigue que no lo haga a cambio de algo (posible). No veo otras salidas.

El que el gobierno de la nación continuase combatiendo a ETA en todos los frentes, con toda la fuerza de la ley en la mano, acarrearía un problema. Es obvio. Y es que tendríamos garantizado que la banda terrorista, en cuanto pudiera, seguiría con su actividad criminal.

Es la situación que hemos padecido desde hace más de 30 años hasta hoy. ¿O es que los anteriores gobiernos, con sus aciertos y sus errores, no compartían el deseo de que luchando contra el terrorismo podríamos conseguir la ansiada paz? ¿Hay alguien que pueda pensar que los esfuerzos de todos en la  lucha frente a ETA sólo pretendieron obtener réditos políticos? Es decir, ¿que los españoles asesinados por ETA murieron porque los políticos de turno los necesitaban para obtener mejorar sus resultados electorales? No es así.

Sin embargo, Zapatero ha renunciado voluntariamente a vencerle a ETA. ¿Por qué? ¿Porque luchar firmemente contra ella puede provocar víctimas? ¿Porque no cree que aquello por lo que otros lucharon merezca la pena ser nuevamente defendido? Y entonces, si ello fuera así, ¿por qué ahora ha dejado de creer en ello?

Si el Presidente, y con él el gobierno y el estado español (fuerzas de seguridad, justicia, cooperación internacional,…) renuncian a una victoria policial e intelectual sobre la banda terrorista («no habrá vencedores ni vencidos» dicen) la única salida, que le queda es negociar que ETA no nos mate.

Por eso, negociar con la banda terrorista -salvo que ésta esté en proceso de liquidación-, y conseguir que entregue las armas y se disuelva, es imposible sin pagar un precio político. Pero, ¿no habíamos quedado que el terror no debía obtener rédito político alguno? ¿De verdad debemos, en este caso, pagar un precio político entre todos? ¿Es la España que conocemos, esa España que surge del proceso de reconciliación nacional sellado en la Constitución de 1978 que garantiza nuestras libertades, el precio que tendremos que pagar para que ETA deje de existir?

Ojalá me equivoque, pero con los datos que conocemos, esto no está nada claro, lo siento.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *