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La merindad de Olite: estrategia de futuro

Navarra es una Comunidad Foral uniprovincial con una autonomía anterior a la actual Constitución aunque reformulada en el Amejoramiento. Esto lo sabemos todos los navarros y todos los españoles, sin que plantee ningún problema en sí mismo. Tampoco lo plantean nuestras instituciones privativas ni nuestras peculiaridades administrativas, nacidas de una historia que es mucho más que memoria: es presente y es futuro.

Una de esas realidades de origen son las merindades. Navarra no tiene en su seno otras entidades locales que los municipios y concejos. Sin embargo, en el pasado lejano y cercano las merindades agrupaban esos Ayuntamientos en multitud de cometidos. Aún hoy las merindades se recogen, aunque marginalmente, en la normativa. Y cabe preguntarse por su sentido actual y su porvenir. En particular por ésta de Olite, que en breve va a conmemorar su 600 aniversario.

Un origen histórico

En 1407 el rey Carlos III creó una nueva merindad, circunscripción administrativa de un merino, que era un alto funcionario representante del soberano en multitud de cometidos. Sobre este asunto hay que deshacer algunos tópicos y lugares comunes muy arraigados.

La merindad creada por Carlos III no respondía a un deseo especial de enaltecer Olite por encima de otras villas y lugares. De hecho, ni el rey ni sus consejeros ignoraban los méritos históricos de Olite, que había sido población romana, fortaleza visigoda con Suintila desde 621, villa con fuero propio desde 1147 con García Ramírez y era entonces- a comienzos del siglo XV- sede real, corte y cuna de reyes. Pero no eran esos méritos los que hicieron de Olite capital del distrito.

Se trata, esencialmente, de razones de geografía física y humana entonces muy poderosas. Si citamos los actuales municipios de la merindad – Artajona, Barasoain, Beire, Berbinzana, Caparroso, Falces, Funes, Garínoain, Larraga, Leoz, Marcilla, Mendigorría, Milagro, Miranda de Arga, Murillo el Cuende, Murillo el Fruto, Olite, Olóriz, Orísoain, Peralta, Pitillas, Pueyo, San Martín de Unx, Sansoain, Santacara, Tafalla, Ujué y Unzué, por citarlos en orden alfabético y que nadie sea más que nadie- veremos que, en apariencia, se unen realidades muy diferentes. Municipios casi de la Zona Media y abiertos al Norte, como Mendigorría o Artajona; el bajo valle del Arga, con Miranda, Larraga, Berbinzana, Falces, Peralta, Funes; el valle del Cidacos, desde los municipios, concejos y núcleos entonces más poblados y organizados de otra manera de la Valdorba hasta Tafalla, Olite, Beire, Pitillas, Murillo el Cuende –a su vez con sus concejos-; la margen derecha del bajo Aragón, con Murillo el Fruto, Santacara, Marcilla y Milagro; Caparroso, como cabeza de puente en la margen izquierda; y por encima de todos San Martín de Unx y Ujué.

¿Por qué Olite? Porque está en el centro geográfico y funcional de todos esos espacios. ¿Por qué reunirlos? Porque las cuatro merindades entonces existentes dejaban muy a sus márgenes este corazón cartográfico del reino, y corregir ese error iba en beneficio de un mejor gobierno. ¿Y por qué con estos límites? Porque eran los impuestos por la naturaleza, tres valles fluviales convergentes y sus espacios intermedios, abiertos hacia el Ebro. Por ejemplo, sorprende a muchos que Mélida y Carcastillo no perteneciesen a esta Merindad, y Caparroso sí. Pero el Aragón tenía puente en Caparroso, que figura en su escudo, mientras que el resto de la margen izquierda tenía entonces mejores comunicaciones con Tudela que con Olite.

Una historia viva

El Amejoramiento del Fuero vigente no menciona más que marginalmente las merindades históricas. A efectos prácticos, sólo en el artículo 4 se nombran las cinco merindades –nunca hubo más, dicho sea de paso- para delimitar los municipios incluidos en el régimen foral. Y el único caso en el que la merindad es utilizada en nuestra más alta norma como circunscripción es para regular la iniciativa legislativa de los Ayuntamientos.

Dicho así, podría parecer que con el nuevo régimen constitucional casi ha desaparecido la merindad de Olite, mantenida como distrito ininterrupidamente desde 1407 hasta 1982. En realidad, en la conciencia de los navarros, en la vida cotidiana y también en la vida de algunas instituciones de otro carácter como Unión del Pueblo Navarro, las merindades, y concretamente ésta, siguen existiendo y siguen representando una parte importante de nuestra identidad.

Sí es cierto, sin embargo, que ha cambiado su signo. Aparte de la mención casi anecdótica en el Amejoramiento y de la coincidencia con el partido judicial, la merindad ha pasado de ser una institución impuesta para convertirse en una realidad perfectamente interiorizada por los navarros. Todos los vecinos de los pueblos unidos por Carlos III conocen su vínculo con Olite.

Pero hay razones más fuertes aún que la identidad y el recuerdo del pasado para convertir los seis siglos de su nacimiento en ocasión de relanzamiento de la merindad de Olite. Es un espacio de aspecto heterogéneo y de problemas en parte diferentes, desde municipios casi de montaña a otros de hecho riberos. Pero era en 1407 y va a seguir siendo en 2007 el centro de Navarra, en el eje de desarrollo definido por la Estrategia Territorial propuesta, bien comunicada y en posición de servir de puente con la urbe pamplonesa –toda la Cuenca ya- y con una Ribera en crecimiento imparable. Esta merindad puede ofrecer mucho de lo que el desarrollo de Navarra necesita, entre otras cosas esa estructura central para encauzar el desarrollo de la vida urbana y de las iniciativas empresariales.

600 años y el Amejoramiento no han cambiado las ventajas de la merindad de Olite para todos los navarros y al servicio, lógicamente, de una Navarra más fuerte y por consiguiente más española. Si convertimos el aniversario en ocasión de un nuevo impulso –y lo hacemos pidiendo lo que la gente necesita, no lo que una minoría de demagogos esté vociferando en torno a causas improponibles y contraproducentes- Olite, con toda su merindad y en beneficio de todos, volverá a ser lo que nuestros antepasados desearon y nuestros herederos merecen.

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