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A sus órdenes, mi general

El pasado jueves, día 5 de mayo, la Fundación Tomás Caballero celebró un sencillo acto, que como todos los años por estas fechas, recuerda a nuestro compañero Tomás asesinado por ETA el año 1997. Este año el acto contó entre otros, con las intervenciones de Ana Iribar (viuda de Gregorio Ordoñez) y del General D. José Sierra, cuyo hijo –también militar- fue asesinado en el atentado de Atocha el 11-M.

Conocí a D. José Sierra Tabuenca, hace ya unos cuantos años. Desde el principio, y aunque siempre lo he tratado de forma muy tangencial, me pareció un buen tipo. Lo cierto es que con el tiempo, he podido conocer algo más de su trabajo y personalidad, y he decir que hoy me une a él una camaradería y una admiración, que (siempre sellamos con un respetuoso abrazo – general/alférez- cuando nos vemos) quisiera trasladarle públicamente.

Hace unos años, junto con otros compañeros asistimos, invitados por él, a los actos de conmemoración del 50 Aniversario de la Brigada paracaidista en Alcalá de Henares que él entonces comandaba, sé que corre sus 10 o 12 kilómetros diarios, he asistido a alguna de sus cenas, he compartido con él multitud de actos oficiales a los que asiste, siempre discreto (y casi siempre uniformado) en representación de su profesión. D. José siempre parece volcado en su trabajo. Un profesional vamos. Sé que ha estado en numerosas misiones de riesgo y siempre está operativo y dispuesto para ayudar. Es así.

Ser militar debe ser muy duro. Toda una vida dedicada a prepararse a fondo para defender a los demás sabiendo que –si no se tuercen irremediablemente las cosas o no las torcemos irresponsablemente los políticos de aquí y allá- ese momento no llegará jamás. No muy bien pagados y, lo que es peor, mal considerados, han sido la diana del progresismo durante años. Y los costes de su equipamiento, los tan traídos y llevados «gastos de defensa», son la asignatura «maría» de todos los presupuestos en todos los gobiernos.

Entiendo que lo progre y pacifista sea defender que no debieran existir los ejércitos (yo me apunto), pero en el mundo, ¡que le vamos a hacer!, no todos sus habitantes están satisfechos con lo que tienen. Y si es una realidad que cada uno defendemos lo nuestro de los demás también es lógico que defendamos lo de todos.

Hablar bien del ejército en nuestro país sigue siendo un ejercicio poco recomendable de sociabilidad. Si del ejército se trata mejor miramos hacia otro lado. Que no nos relacionen con ellos, vamos.

En este último año, tras la tragedia del 11-M, he compartido breves e intensos momentos con D. José. Su silencio -ahora roto con valentía para darnos una nueva lección de humanidad- su dolor contenido, su fortaleza, su amor por su esposa y su familia son ejemplo vivo de que la respuesta de las víctimas del terrorismo al zarpazo de los violentos son y serán siempre el mayor patrimonio de nuestra sociedad española. En fin, su mirada clara y su sonrisa siguen siendo, a pesar de todo, la enseña de un corazón grande y de un espíritu indomable. Gracias por todo mi General.

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